LA RENOVACIÓN ESPIRITUAL CARISMÁTICA CATÓLICA

 

 

 

DOCUMENTO DEL ENCUENTRO EPISCOPAL LATINOAMERICANO EFECTUADO EN LA CEJA (COLOMBIA) EN SEPTIEMBRE DE 1987

 

 

Contenido

                                                  

 

Presentación

 

Introducción

 

Fundamentos Teológico

 

Carismas

 

Los Grupos de Oración

 

Frutos que produce

 

Atención Pastoral

 

Conclusión

 

Relación de los firmantes del Documentos

 

Glosario

 

 

Presentación.

Del primero al cuatro de septiembre de 1987 se llevó a cabo en La Ceja, Diócesis de Sonsón Rionegro, un importante Encuentro Episcopal Latinoamericano para estudiar en un clima de oración y reflexión, los fundamentos teológicos, los frutos y posibles problemas de la Renovación Espiritual Carismática Católica, y dar orientacio­nes pastorales que ayuden a su crecimiento y madurez.

Asistieron a dicho evento ciento nueve Arzo­bispos, Obispos y Prelados de casi todos los paí­ses de America, los cuales cumplieron su cometi­do con gran interés y en un clima de fraternidad admirable.

Uno de los resultados de este encuentro es el documento doctrinal y pastoral que presenta­mos, con la esperanza de que sea de mucha utili­dad para quienes lo estudien cuidadosamente. Advertimos que no se trata de un documento oficial y que ha sido firmado a título personal y es enviado par cada obispo a su respectiva diócesis para fijar los criterios que puedan ani­mar y orientar la Renovación allí.

Esperamos poder editar y enviar más tarde el texto de las conferencias que se dictaron duran­te el encuentro.

Ponemos este documento en manos de nues­tros sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos de nuestras diócesis respectivas y les pedimos que lo estudien con seriedad para que puedan ani­mar y orientar bien la Renovación Espiritual Carismática en los distintos lugares de trabajo.

Introducción.

1. Como Pastores que compartimos "los go­zos y las esperanzas, las angustias y las tristezas de los hombres de nuestro tiempo" y que esta­mos enfrentados a los múltiples problemas pas­torales que tienen nuestras iglesias, vemos la necesidad de un cambio profundo y de una evan­gelización renovada que lleve a los hombres a un encuentro personal con Jesús resucitado único Salvador y Redentor del hombre, Cami­no, Verdad y Vida y, a una auténtica conversión a su Persona y a su Evangelio bajo la guía y la acción del Espíritu Santo, para la gloria del Padre.

2. Estamos convencidos de que "la renova­ción de los hombres y consiguientemente de la sociedad dependerá, en primer lugar, de la acción del Espíritu Santo" (Puebla No. 199).

3. Habiéndonos reunido para reflexionar en un clima de oración y comunión sobre la Perso­na del Espíritu Santo y sobre su acción insusti­tuible en la Iglesia, hemos tenido presentes las palabras del Concilio Vaticano ll: "Los pastores, elegidos para apacentar la grey del Señor, son los ministros de Cristo y los dispensadores de los misterios de Dios, a quienes está encomenda­do el testimonio del Evangelio de la gracia de Dios y la gloriosa administración del Espíritu y de la justicia". ( L.G. No. 21 ), y sabemos que "para realizar oficios tan excelsos fuimos enri­quecidos con una efusión especial del Espíritu Santo por la imposición de las manos". (Ibid).

4. Esta realidad tan grande y exigente nos obliga a una total apertura a la acción del Espíritu Santo en nuestras vidas y en toda la Iglesia, y debe mantenernos prontos para apacentar y seguir con docilidad las múltiples y diversas ma­nifestaciones de su acción santificadora.

5. Su Santidad Juan Pablo II en su Carla Encíclica "Dominum et Vivificantem" dijo sabiamente: "El camino de la Iglesia pasa a tra­vés del corazón del hombre porque está aquí el lugar recóndito del encuentro salvífico con el Espíritu Santo. Y este en su misterioso víncu­lo de comunión divina con el Redentor del hom­bre, continúa su obra; recibe de Cristo y transmi­te a todos, entrando incesantemente en la histo­ria del mundo a través del corazón del hombre". (D. et V. No. 67).

6. Somos conscientes de la hora difícil que viven nuestras diócesis a causa principalmente del secularismo y del materialismo que destru­yen los valores cristianos y convierten al hombre en esclavo de ídolos como el dinero, el sexo y el poder; lo mismo que del avance constante de las sectas cuyo número de adeptos crece en todos nuestros paises, constituye un reto muy serio a nuestra labor pastoral, especialmente en el campo de la evangelización, y destruye la comu­nión y unidad del Cuerpo Místico de Cristo. Como también de las tensiones y dificultades interiores que vemos en la Iglesia y que impiden su unidad.

7. Pero frente a esta realidad que nos pre­ocupa e interpela seriamente oímos esperanza­dos las palabras proféticas de Pablo Vl en su exhortación Evangelii Nuntiandi: "Vivimos en la Iglesia un momento privilegiado del Espíritu. Por todas partes se trata de conocerlo mejor, tal como lo revela la Escritura. Uno se siente feliz de estar bajo su moción. Se hace asamblea en torno a El. Quiere dejarse conducir por El". (E. N. No. 75).

8. Ya antes había dicho este gran Pontífice: "Para un mundo, cada vez más secularizado, no hay nada más necesario que el testimonio de esta "Renovación espiritual" que el Espíritu Santo suscita hoy visiblemente en las regiones y ambientes más diversos". Esta "Renovación espiritual" ¿cómo no va a ser una "suerte" para la Iglesia y para el mundo, y en este caso, cómo no adoptar todos los medios para que siga sién­dolo?" (S.S. Pablo Vl a lIl Congreso Internacio­nal en Roma, Mayo 19 de 1975).

9. El Documento de Puebla en el No. 207 di­ce: "Los carismas nunca han estado ausentes en la Iglesia. Pablo Vl ha expresado su compla­cencia por la Renovación espiritual que aparece en los lugares y medios más diversos y que con­duce a la oración gozosa, a la ''íntima unión con Dios, a la fidelidad al Señor y a una profunda comunión de las almas. Así lo han hecho tam­bién varias Conferencias Episcopales. Pero esta Renovación exige buen sentido, orientación y discernimiento por parte de los Pastores, a fin de evitar exageraciones peligrosas".

10. Porque apreciamos bien esta gracia y porque sabemos que esta Renovación espiritual encierra grandes riquezas y posibilidades pas­torales vemos la conveniencia de estudiar­la mejor e impulsarla para que pueda produ­cir los frutos que tanto necesitamos y evitar que pueda desvirtuarse por exageraciones o desviaciones.

11. Estamos convencidos de que a nuestra América le ha llegado su hora y que es el "Con­tinente de la Esperanza", llamado a realizar, dentro y fuera, una "nueva evangelización" bajo la guía y la acción del Espíritu Santo, alma de la Iglesia.

12. La discreta pero maravillosa acción del divino Espíritu durante los veinte años de esta Renovación Carismática Católica y los frutos abundantes que ya ha producido nos muestran la importancia de esta corriente espiritual y nos animan a apreciarla y promoverla diligente­mente, ya que es uno de los medios para conse­guir la Renovación espiritual que necesita la Igle­sia y que reiteradamente nos pide el Santo Padre.

Fundamento Teológico.

13. "La base teológica de la Renovación es esencialmente trinitaria. En la Renovación espi­ritual es preciso tener la visión trinitaria de la Iglesia señalada por el Concilio Vaticano II. La Iglesia es la expresión en el tiempo del de­signio amoroso del Padre que "quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad" (I Tim. 2, 4) y que para conseguir este fin "cuando llegó la plenitud de los tiempos envió a su Hijo, nacido de mujer, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley y para que recibiéramos la filiación adoptiva". (Gál. 4, 46).

14. "Cristo es Cabeza de la Iglesia y Salvador del Cuerpo" (Ef. 5, 23) y "la amo y se en­tregó a sí mismo por ella para santificarla" (Ef. 5, 2527) y "consumada la obra que el Padre le encomendó sobre la tierra fue enviado el Espíritu Santo el día de Pentecostés a fin de santificar indefinidamente la Iglesia y para que los fieles tengan acceso al Padre por medio de Cristo en un mismo Espíritu", (L. G. No. 4).

15. La Renovación nos va mostrando, cada vez con mayor claridad, la acción del divino Espíritu Santo en la Iglesia.

16. Uno de los grandes aportes doctrinales y pastorales ha sido el de profundizar en la per­sona y la acción de este Espíritu Santo, alma de la Iglesia y su constante santificador.

17. Es El "quien la rejuvenece con la fuerza del Evangelio, la renueva incesantemente y la conduce a la unión consumada con el Esposo". (L. G. No.4).

18. La gran fundamentación teológica de la Renovación espiritual carismática está pues, en el Misterio Trinitario, y particularmente en el conocimiento progresivo de la persona del Espí­ritu Santo y en su acción insustituible e ininte­rrumpida en la Iglesia y en cada uno de nosotros.

19. "El es el Espíritu de Vida, por quien el Padre vivifica a todos los hombres muertos por el pecado". El mora en la lglesia y en el corazón de los fieles, como en un templo. La guía a la verdad plena, la unifica y la enriquece y gobier­na con diversos dones jerárquicos y carismáti­cos". (L. G. No. 4).

20. De ahí que la Iglesia puede renovarse constantemente, pero solamente bajo la acción y la gracia del Espíritu Santo.

21. La Renovación espiritual ha brindado un gran aporte al insistir en la importancia de la acción del Espíritu Santo, "Alma de la Iglesia", y al mostrar su multiforme acción santificadora y renovadora.

22. Pero en la verdadera Renovación espi­ritual, la Persona del Espíritu Santo debe ocupar el primer lugar, y no los dones o carismas que El regale a la Iglesia.

23. Una de las fallas que ha tenido en algu­nas partes ha sido la de dar más importancia a los dones que al Autor y fuente de ellos.

24. Algunos piensan equivocadamente que esta Renovación se centra exclusivamente en el Espíritu Santo y minimiza la acción del Padre y la de Jesús. Muy al contrario, el Espíritu Santo es quien da al cristiano testimonio de Jesús (Jn. 15, 26) y quien lo capacita para que sea testigo de su resurrección.

25. Precisamente uno de los frutos de la Re­novación es la proclamación alegre que muchos están haciendo de un Jesús vivo, "constituido Señor  y Cristo por Dios" (Hch. 2, 36)  y a quien están sirviendo con gozo pascual.

26. A la luz del Evangelio la Renovación está descubriendo, cada día mejor, la Salvación inte­gral de Jesús, pero no como un hecho del pasado, sino como una realidad actual que está cambian­do la vida de muchas personas.

27. También los grupos de discipulado es­tán profundizando en las enseñanzas de Jesús, el Maestro, y están avanzando en su  seguimiento e imitación.

28. Y lo más importante, es que, bajo la acción unitiva del divino Espíritu, están estre­chando su amistad con Jesús en la oración y en la vida, y están ansiosos de " permanecer en su amor". (Jn. 15, 9).

29. Pero no tenemos acceso al Padre sino en el Espíritu (Ef. 2,18) que "se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios y que nos hace exclamar: Abba ¡Padre!" ( Rom. 8, 1517).

30. El don de piedad que nos regala este Es­píritu Santo nos acerca filialmente al "Padre de las misericordias" y nos permite profundizar en la riqueza de la Revelación que nos dice có­mo "al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer... para que recibiéramos la filiación adoptiva". "La prueba de que somos hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama Abba, Padre". "De modo que ya no eres esclavo sino hijo; y si hijo, también heredero por voluntad de Dios". (Gál. 4, 47).

31. Pero la fuerza de la Renovación carismá­tica está en que cree en el constante Pentecostés que el Espíritu Santo realiza en la Iglesia y en cada uno de sus miembros. Con razón escribió Juan Pablo II: "En medio de los problemas, de las desilusiones, de las deserciones y retornos de nuestra época, la Iglesia permanece fiel al misterio de su nacimiento. Si es un hecho histó­rico que la Iglesia salió del Cenáculo el día de Pentecostés, puede decirse en cierto modo que nunca la ha dejado. Espiritualmente el aconteci­miento de Pentecostés no pertenece sólo al pasa­do: "La Iglesia está siempre en el Cenáculo que lleva en su corazón". (D. et V. No. 66).

32. Para comprender la Renovación espiri­tual carismática es preciso saber lo que este Espí­ritu realizó en los primeros tiempos de la Iglesia.

33. Quien conozca los hechos del Espíritu Santo en los Apóstoles y en la Iglesia primitiva puede comprender mejor lo que El está realizan­do actualmente en la Iglesia y en el mundo y así se da cuenta de que estamos viviendo el nuevo Pentecostés que pidió el Papa Juan XXIII.

34. El divino Espíritu, Alma de la Iglesia, siempre ha actuado en ella, pero su acción se manifiesta en determinadas épocas de manera más intensa. La actual es una de esas.

35. El distintivo de los primeros cristianos fue el gozo pascual que les produjo la experien­cia de la presencia y de la acción del Espíritu Santo en sus personas y en sus vidas, gracia hoy tan necesaria para tantos cristianos que sólo tie­nen conceptos, pero que no han tenido "el en­cuento personal, vivo, de ojos abiertos y corazón palpitante con Cristo resucitado", el gran objeti­vo propuesto por Juan Pablo II en la catedral de Santo Domingo. (Enero 25 de 1979).

36. Pablo VI se refirió a esta experiencia en los siguientes términos: "Después de semejantes reflexiones, quisiéramos nosotros hoy, no sólo poseer inmediatamente el Espíritu Santo, sino también experimentar los efectos sensibles y prodigiosos de esta maravillosa presencia del Espíritu Santo dentro de nosotros. Porque sa­bemos que el Espíritu Santo es luz, es fuerza, carisma, infusión de una vitalidad superior, capacidad de superar los Iímites de la actividad natural, es riqueza de virtudes sobrenaturales, riqueza de dones, los célebres siete dones, que hacen rápida y ágil la acción del Espíritu Santo coordinada con el complejo sistema sicológico humano, es riqueza de frutos espirituales que adornan bellamente el fértil jardín de la experien­cia cristiana". (Cfr. Gál. 5, 2223); (Mayo 18 de 1975).

37. Pero todo Pentecostés tiene su prepa­ración. "La preparación del silencio interior en el que la conciencia madura su conversión" y la "perseverancia en la oración con María, la Madre de Jesús". ( Hch. 1, 14).

38. Es así como se recibe "el poder del Espí­ritu para ser  testigo de la resurrección de Jesús en todo lugar y a lo largo de toda la vida". (Cfr. Hch. 1, 8).

39. Es con esta fuerza del divino Espíritu como podemos "ejercer el sagrado oficio del Evangelio de Dios" (Rom. 15, 16), "en vir­tud de señales y prodigios" (Rom. 15, 19), como "podemos predicar la Palabra de Dios con valentía" (Hch. 4, 29) y como "el Dios de la esperanza nos colma de gozo y paz en nuestra fe, hasta rebosar de esperanza por la fuerza del Espí­ritu Santo". ( Rom. 15, 13).

40. Esta fuerza del Espíritu del Señor nos capacita para triunfar en el combate espiritual que todos tenemos que librar contra el Malig­no, cuya presencia, acción y poder aparecen por  todas partes.

41. Hoy también debemos "revestirnos de las armas de Dios para poder resistir a las ase­chanzas del Diablo" (Ef. 6, 11 ) y "tomar el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu que es la Palabra de Dios, siempre en oración y súplica, orando en toda ocasión en el Espíritu" (Ef. 6, 1719).

Y el crecimiento de esta Renovación espi­ritual se debe en gran parte a la acción maternal de María, la Esposa amada del Espíritu, y cuya intercesión constante continúa consiguiendo para la Iglesia la efusión de este divino Espíritu.

"Por no haber querido manifestar solem­nemente el misterio de la salvación humana antes de derramar el Espíritu prometido por Cristo, vemos que los Apóstoles, antes del día de Pen­tecostés, perseveraban unánimes en la oración con algunas mujeres, con María, la Madre de Jesús, y con los hermanos de este (Hch. 1,14), y que también María imploraba con sus ora­ciones el don del Espíritu, que en la Anuncia­ción ya la había cubierto a ella con su sombra”. (L.G. No. 59).

Carismas.

42. Uno de Los elementos y aspectos positi­vos de la Renovación espiritual es la importan­cia que en ella tienen los carismas o dones del Espíritu Santo. Ya el Concilio Vaticano II en distintos documentos se había referido a ellos con una claridad sorprendente, especialmente en la Constitución Lumen Gentium.

43. Cuando algunos sostenían que la impor­tancia de los carismas estaba limitada a los co­mienzos de la Iglesia, el Concilio hizo la gran afirmación: "Los Carismas, tanto los extraordi­narios como los más comunes y difundidos, deben ser recibidos con gratitud y consuelo, porque son muy adecuados y útiles a las nece­sidades de la Iglesia". (L.G. No. 12).

44. E hizo dos grandes precisiones pastorales:

a) Que "los dones extraordinarios no deben pedirse temerariamente, ni hay que esperar de ellos con presunción los frutos del trabajo apos­tólico".

b) Que "el juicio de su autencidad y de su ejercicio razonable pertenece a quienes tienen la autoridad en la Iglesia, a los cuales compete ante todo no sofocar el Espíritu, sino probarlo todo y retener lo que es bueno". (L. G. No. 12).

45. Si como pastores estamos atentos y con el debido discernimiento descubrimos todos los carismas auténticos y orientamos su ejercicio debidamente, nuestras iglesias se enriquecerán con este dinamismo del Espíritu y con ministerios diversos que tanto necesitan en este momen­to (Cfr. Puebla No.688).

46. La importancia y necesidad de los caris­mas tienen su causa en la acción del Espíritu Santo ya que El "es el Amor del Padre y del Hi­jo, y, como tal, es el don trinitario, y a la vez, la fuente eterna de toda dádiva divina a lo creado". (D.etV. No.39).

47. Como lo anota muy bien el Cardenal Ratzinger: "Lo que nos narra el Nuevo Testa­mento sobre los carismas que se manifestaron como signos visibles de la venida del Espíritu Santo no es mera historia antigua, concluída ya para siempre; esta historia se repite hay bu­llente de actualidad". (Informe sobre la fe, Pág. 168).

48. Pero esta es una materia que exige gran claridad en los conceptos y prudencia y discer­nimiento en su aplicación.

49. Se puede pecar por defecto al negar su importancia y rechazarlos o relegarlos a un pla­no secundario; o por exceso al poner en ellos un énfasis exagerado que distorsione su finalidad en la vida de la Iglesia.

50. Nuestra posición, pues, frente a todos los carismas debe ser de apertura y de aprecio por todos ellos. Esa fue la visión de Pablo Vl cuando dijo: "Y quisiera Dios que el Señor aumentase todavía una lluvia de carismas para hacer fecun­da, hermosa y maravillosa a la Iglesia, y capaz de imponerse incluso a la atención y al estupor del mundo profano, del mundo laicizante". (Oct. 10 de 1974).

51. En el juicio de discernimiento no se pue­de olvidar que más importante que los dones es el fruto del Espíritu Santo, el amor. Un árbol llega a la madurez cuando da frutos.

52. Mientras no predomine en nosotros el amor, que es el fruto del Espíritu Santo, (Gál. 5,22) no podremos hablar de verdadera Re­novación espiritual. La Iglesia y el mundo cam­biarán cuando nos llenemos del amor divino y nos amemos unos a otros como Jesús nos ha amado. (Jn 13,35).

53. Los carismas solos, por extraordinarios que sean, no podrán conseguir el cambio que tan­to deseamos. "No habrá humanidad nueva si no hay en primer lugar hombres nuevos, con la novedad de la vida según el Evangelio" (E. N. No.18); y la novedad del Evangelio es el amor. "Un mandamiento nuevo os doy: que como yo os he amado, así os améis también vosotros". (Jn 13,34).

54. Debemos recordar a todos las palabras de San Pablo: "Aspirad a los carismas superio­res". Y aún os voy a mostrar un camino más excelente: "Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad soy como un bronce que suena o címbalo que retiñe. Aunque tuviera el don de profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia; aunque tuviera plenitud de fe como para trasla­dar montañas, si no tengo caridad, nada soy. Aunque repartiera todos mis bienes y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo caridad, na­da me aprovecha". (1 Cor. 13, 14).

55. Pero hay que evitar el extremo contra­rio y es afirmar que basta el amor y que, por tanto, no hemos de prestar atención a los caris­mas.

56. San Pablo nos dice también: "Buscad la caridad; pero aspirad también a los dones espi­rituales, especialmente a la profecía". (1 Cor. 14, 1 ).

La madurez espiritual guarda siempre el jus­to medio y da la debida jerarquía a los valors sobrenaturales.

57. Por otra parte, considerando en toda su plenitud el tema de los carismas, dones del Espíritu Santo para edificación de la Iglesia,  coincide bíblicamente con el de los ministerios, del que se ocupó Puebla con tanto empeño y que interesa profundamente a la Iglesia en estos momentos. (Puebla Ns. 625, 833, 858 y 130g).

58. Así daremos cumplimiento a las pala­bras de San Pedro: "Que cada uno, con el don que ha recibido, se ponga al servicio de los de­más, como buenos administradores de la multi­forme gracia de Dios". (1 Pe.  4,10).

59. Finalmente debemos tener presente en nuestra catequesis las palabras de Pablo Vl: "Hagamos referencia a la doctrina de la gracia y de la justificación. A la necesidad de que el prodigio de Pentecostés tenga que continuar en la historia de la iglesia y del mundo, y ello en la doble forma en la que el Espíritu Santo se con­cede a los hombres: primero para santificarlos (y esta es la forma primera e indispensable por la que el hombre se convierte en objeto del amor de Dios, gratum faciens) y, después para enriquecerlos con prerrogativas especiales que llamamos carismas (gratis data), ordenados al bien del prójimo y especialmente a las comuni­dades de los fieles". (Cat. 16 de Oct. 1975).

60. Sería una equivocación muy grande po­ner el énfasis exclusivamente en los carismas y no valorar debidamente la gracia santificante, las virtudes infusas y los dones que la acompa­ñan y que constituyen nuestro mayor  tesorero espiritual para crecer en la santidad a la cual esta­mos llamados todos en la Iglesia. (Cf. L G. Cap.V).

Los Grupos da Oración.

61. En su encíclica: "Dominum et Vivi­ficantem" escribió Juan Pablo II: "Nuestra difícil época tiene especial necesidad de oración. En estos años va aumentando el número de per­sonas que, en movimientos o grupos cada vez más extendidos, dan la primacía a la oración y en ella buscan la renovación de la vida espi­ritual. Este es un síntoma significativo y consola­dor, ya que esta experiencia ha favorecido la renovación de la oración entre los fieles" (D. et V. No. 65).

Y hablando de los grupos de oración a varios Obispos franceses, el Papa dijo: "Se puede ha­blar de una gracia dirigida a santificar la Iglesia, a renovar en ella el gusto por la oración, a hacer redescubrir, con el Espíritu Santo, el sentido de la gratitud, de la alegre alabanza, de la confianza en la intercesión, y convertirse en una nueva fuente de evangelización". (Enero 22 de 1987).

En la sexta Conferencia International de Líderes de la Renovación Carismática, dijo el Papa: "El vigor y la fecundidad de la Renova­ción atestiguan ciertamente la poderosa presen­cia del Espíritu Santo que actúa en la Iglesia, en estos años posteriores al Concilio Vaticano II. Por supuesto, el Espíritu ha guiado a la Iglesia en todos los tiempos, produciendo una gran variedad de dones entre los fieles. A causa del Espíritu, la Iglesia conserva una permanente vitalidad juvenil, y la Renovación Carismática es una elocuente manifestación de esta vitalidad hoy, una expresión vigorosa de lo que el Espíritu está diciendo a Las Iglesias. (Ap. 2, 7) cuando nos acercamos al final del segundo mile­nio".

62. Uno de los elementos más ricos de la Re­novación en el Espíritu son los "grupos de ora­ción" que se han multiplicado con casi todas las diócesis de una manera sorprendente.

63. Es allí donde generalmente los católicos conocen la Renovación, y comparten la oración con sus hermanos de una manera espontánea bajo la conducción del Espíritu Santo con una clara conciencia de la presencia que Jesús prometió a quienes se reuniesen en su nombre. (Mt. 18, 20).

64. Cuando están bien orientados por anima­dores debidamente formados, aparecen pronto los frutos de esta oración comunitaria que brin­da a todos la oportunidad de actuar personal­mente y de compartir con sencillez y gratitud, la acción santificadora del Espíritu del Señor. Como en estos grupos se ora en torno a la Pala­bra de Dios, ésta va llegando cada vez  más a la mente y al corazón y, se convierte en luz y lám­para para el camino (Sal. 119, vers. 105).

El predominio de la alabanza es señal de ma­durez en estos grupos y fuente de abundantes bendiciones celestiales.

65. Los frutos de la conversión, crecimiento espiritual, sanidad interior y física y, la obtención de muchos otros favores avalan la importan­cia de los grupos de oración, cuyo crecimiento y madurez deseamos vivamente.

66. Pero la Renovación no hace de estos gru­pos momentos exclusivos de oración, sino que quienes toman parte en ellos aprecian más la oración litúrgica y la individual que es irreem­plazable.

67. "Es hermoso y saludable pensar que en cualquier lugar del mundo donde se ora, allí está el Espíritu Santo, soplo vital de la oración". "Y este divino Espíritu no sólo hace que oremos, sino que nos guía interiormente en la oración supliendo nuestra insuficiencia y remediando nuestra incapacidad de orar".

68. Y  "esta oración por obra del Espíritu Santo llega a ser la expresión más madura del hombre nuevo, que por medio de ella participa de la vida divina". (D. et V. No. 65).

Para que estos grupos de oración perseveren y maduren es preciso que tengan animadores humildes que sean servidores, no quieran impo­nerse como superiores, que cuenten con el apoyo y animación de los Pastores y que no entren en rivalidades con otros.

Frutos que Produce.,

69. "Todo árbol bueno da frutos buenos" dijo Jesús. (Mt. 7, 17).

La Renovación ha demostrado que es un árbol bueno por los excelentes frutos que pro­duce cuando es auténtica y profunda.

70. Entre los principales podemos enumerar los siguientes:

1. Los Obispos belgas señalan como el pri­mer fruto de la Renovación Carismática "el descubrimiento de la Persona viviente de Jésús, reconocido como Hijo único de Dios, con el cual el cristiano entra en relación personal como Salvador, Señor y Mediador cerca del Padre. Puesto que el Espíritu Santo nos ha sido prome­tido para revelarnos a Jesús y llevarnos a la pleni­tud de la Verdad, este descubrimiento de Jesús en profundidad responde a la promesa misma del Maestro". Tomamos así conciencia de que el cristianismo es un encuentro, una identifica­ción con Cristo resucitado, vivo, que ha pasado por la Cruz y por la muerte".

71. 2.3. "El gusto por una oración profunda, personal y comunitaria".

Sin duda el fruto más palpable de esta Reno­vación es "el haber devuelto al hombre de hoy el gusto por lo espiritual y despertar un gran amor a la oración en todas sus formas". (Pablo VI).

Los grupos de oración se multiplican par todas partes y en toda clase de personas.

Crece el aprecio por la oración lilúrgica y especialmente par la Eucaristía, mientras todos aquellos que han tenido su encuentro con Jesús Resucitado y han experimentado su amor reden­tor, sienten la necesidad de buscarlo en la oración personal y en la contemplación. Y sabe­mos cuántas son las riquezas espirituales que se deriban de la oración.

La consigna de San Pablo a los Efesios de "orar en toda ocasión en el espíritu". (Efe­sios 6, 18) es seguida hoy por un número cre­ciente de personas, que bajo la guía de este Espíritu de amor van progresando en el diálogo con Dios y van recibiendo la experiencia de su amor.

72. 4. Amor a la Palabra de Dios.

El Espíritu Santo, autor de las Sagradas Es­crituras y bajo cuya inspiración fueron escritas, da un gran amor a esta divina Palabra a quienes lo reciben y se dejan conducir por El.

Este amor a la Palabra de Dios es cada día mayor en los grupos de Renovación y va produ­ciendo en sus miembros "la ciencia suprema de Jesucristo". (Filipenses3, 18).

"Los Obispos, como transmisores de la doc­trina apostólica, debemos instruir a nuestros fie­les en el uso recto de los Libros Sagrados" (D. V. No. 25) para que, sin errores esta Palabra del Señor y "acompañada de la oración realice el diálogo de Dios con el hombre, pues a Dios ha­blamos cuando oramos, y a Dios escuchamos cuando leemos sus Palabras". (lb.).

73. 5. Conversión y santificación.

La apertura a la presencia y a la acción del Espíritu Santo produce la verdadera conversión o metanoia, a Cristo y a su Evangelio y un afán constante por adquirir la santidad a la cual esta­mos llamados todos desde el bautismo. Tienen así cumplimiento las palabras del Señor por boca de Ezequiel: "Os rociaré con agua pura y queda­réis purificados; de todas vuestras impurezas y de todas vuestras basuras, os purificaré. Y os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu nuevo, quitaré de vuestra carne el cora­zón de piedra y os daré un corazón de carne. Infundiré mi Espíritu en vosotros y haré que os conduzcáis según mis preceptos y observéis y practiquéis mis normas. Habitaréis la tierra que yo di a vuestros padres. Vosotros seréis mi pue­blo y yo seré vuestro Dios". (Ezequiel 36, 2529 ).

Como lo ha dicho el Concilio: "Consumada la obra que el Padre encomendó realizar al Hijo sobre la tierra, fue enviado el Espíritu Santo el día de Pentecostés a fin de santificar indefinida­mente la Iglesia"' (L. G. No. 4) Este fruto de conversión profunda y de santificación está apareciendo en todos los medios que van siendo animadores por la Renovación Espiritual.

¡Y como deseamos que llegue a todos nosotros, a nuestros sacerdotes, religiosos y fieles!

74. 6."Una amplia abnenación fraterna". (Pablo VI).

El Espíritu Santo que es el Amor en la Tri­nidad y cuya misión es unir personas, derrama el amor fraterno en los corazones, despierta el deseo sincero de servicio y forma la verdade­ra comunidad en la que todos tienen "un solo corazón y una solo alma". (Hechos 4, 32). Es así como vemos surgir en la Renovación comunida­des de distinta índole con gran beneficio para sus miembros y para la sociedad hacia la cual se proyectan.

Es verdad que algunos grupos de la Renova­ción han carecido de compromiso social y se han encerrado en un espiritualismo excluyente pero éstos constituyen una excepción, mientras aquellos que han abrazado la Renovación con seriedad y madurez han salido de su egoismo y están comprometidos en llevar la salvación integral y la liberación cristiana al mayor núme­ro de hermanos.

Son muchos los grupos de oración ricos en fraternidad y en comunión interpersonal que están abiertos a las angustias de los más necesi­tados y que sirven a Cristo en el hermano con verdadera caridad. Iniciativas y realizaciones de esta índole aparecen cada vez más numerosas en diversas partes.

75. 7. Cambio progresivo.

En esta época tan marcada par el hedonismo cobran una fuerza especial las palabras de San Pablo: "Os exhorto, hermanos, par la misericor­dia de Dios, a que ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a Dios: tal será vuestro culto espiritual. Y no os acomo­déis al mundo presente antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente". (Romanos 12, 13).

El Espíritu Santo va realizando esta renova­ción de criterios y de conducta en quienes se dejan poseer y conducir por El. Solamente su gracia puede cambiar al hombre carnal en hom­bre espiritual y llevarnos a "despojarnos del hombre viejo que se corrompe siguiendo las concupiscencias, a renovar el espíritu de nues­tra mente, y a revestirnos del Hombre Nuevo creado según Dios, en la justicia y santidad de la verdad". (Efesios 4, 2225).

Sólo el Espíritu Santo puede cambiar el corazón de piedra par el corazón de carne ( Ezequiel 36, 26) y sanar las relaciones interperso­nales en las familias y en todas las comunidades.

76. 8. Aumento de vocaciones.

Un hecho, cada día más palpable, es el aumen­to de vocaciones para el Sacerdocio y para la vida religiosa en aquellos países donde han apa­recido los distintos movimientos espirituales.

Esta afloración vocacional es uno de los me­jores y más prometedores frutos de la Renovación Espiritual. Siendo como es verdad que el espíri­tu misionero brota de la más genuina experien­cia de Dios cabe esperar que otro fruto de la Renovación sea el aporte generoso que muchas de nuestras iglesias locales puedan prestar a sus hermanas y que de esa manera, bajo el soplo del Espíritu se pueda convertir en reali­dad el anhelo de Puebla de "Proyectarnos más allá de las fronteras" ad gentes" y de dar desde nuestra pobreza". (P. No. 368).

77. 9, Devoción Mariana.

La verdadera Renovación no deja a un lado a la Virgen María, como lo afirman algunos, sino que, al contrario, fomenta un amor filial a la Madre de Dios y de la Iglesia, y busca ren­dirle el culto verdadero.

Y para que en los grupos de Renovación crezca el verdadero arnor a la Santísima Virgen les recomendamos meditar en estas hermosas palabras de Pablo Vl: "Fue el Espíritu Santo quien, llenando de gracia la persona de María en el primer instante de su concepción, la redi­mió de modo más sublime en vista de los méri­tos de Cristo Salvador del género humano, haciéndola por consiguiente inmaculada (Cfr. Pío IX, Bula Ineffabilis Deus, Xl1854; D. S. 2803); fue el Espíritu Santo quien, viniendo sobre Ella, le inspiró el asentimiento prestado en nombre del género humano a la concepción virginal del Hijo del Altísimo y fecundó su seno para que diera a luz al Salvador de su pueblo soberano de un reino imperecedero (Cfr. Lucas 1, 3548); fue también el Espíritu Santo quien enardeció su alma de júbilo y de reconocimien­to, estimulándola así a entonar a Dios, su Sal­vador, el cántico del Magnificat (Cf. Lucas 1, 4655); fue igualmente el Espíritu Santo quien sugirió a la Virgen el buen consejo de guardar fielmente en su corazón el recuerdo de las pala­bras y de los hechos referentes al nacimiento y a la infancia de su Unigénito, en los que Ella había tenido parte tan íntima y amorosa (Cf. Lucas 2; 19, 33, 51); fue así mismo el Espíritu Santo quien impulsó a María a solicitar amable­mente a su Hijo el prodigio de la conversión del agua en vino en las bodas de Caná, con el cual comenzó Jesús su actividad taumatúrgica, pro­vocando la fe de sus discípulos (Cf. Juan 2 11); fue igualmente el Espíritu Santo quien dio áni­mos a la Madre de Jeús, presente al pie de la Cruz, inspirándole, como antes en la Anunciación el Fiat a la voluntad del Padre celestial, que la que­ría maternalmente asociada al sacrificio del Hijo para la redención del género humano. (Juan 19 25); fue también el Espíritu Santo quien dilató con caridad inmensa, el corazón de la Madre dolorosa, para que recibiese de los labios del Hi­jo, como su postrer testamento, la misión de Madre para con el discípulo preferido, Juan (Cf. Juan 19, 2627, que prefiguraba, "según el sen­tir perenne de la Iglesia" (León Xl11, Enc. Adiu­tricem populi: IX595; Acta Leonis Xl11, Vol. XV, Pág. 302), su maternidad espiritual en favor de ia humanidad entera; fue una vez más el Espí­ritu Santo quien elevó a María, en alas de la caridad más ferviente, el papel de orante por ex­celencia en el Cenáculo, donde los discípulos de Jesús "perseveraban todos unánimes en la ora­ción, con algunas mujeres y con María, la Ma­dre de Jesús" (Hechos 1, 14) en espera del Pará­clito prometido; fue finalmente el Espíritu Santo quien, ardiendo con fuego supremo en el alma de María peregrina en la tierra la hizo ansiosísima de reunirse con el Hijo glorioso, predispo­niéndolo a conseguir dignamente, como remate de sus privilegios, el de la Asunción en cuerpo y alma a Los cielos, según la definición dogmá­tica". (Pablo Vl, Mayo 13 de 1975).

78. 10. Aprecio por la Vida Sacramental.

La verdadera Renovación espiritual Católica lleva a un aprecio mayor por la vida Sacramental y por toda celebración litúrgica. "Por ser esta obra de Cristo Sacerdote y de su cuerpo que es la Iglesia" (S. C. No. 7). El mismo Con­cilio nos dice que el celo par la Liturgia es el "peso del Espíritu Santo por su Iglesia. (S. C. No. 43).

79. Y por eso, cuando este Espíritu anima la vida espiritual suscita aprecio por los Sacra­mentos que instituyó Cristo para comunicarnos los tesoros de su Redención copiosa, Santificar­nos y edificarnos como su cuerpo Místico. (Cf. S. C. No. 59).

Es así como vemos el amor que los grupos de Renovación tienen al Sacrificio Eucarístico, "Sacramento de piedad, signo de unidad, víncu­lo de caridad, banquete pascual en el cual se recibe como alimento a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria venidera". (S. C. No. 47).

La alegría y el fervor que acompañan a estas celebraciones Sacramentales son don y fruto del Espíritu del Señor que "habita en el corazón de los fieles como en un templo y en ellos ora". (L. G.4).

80. 11. Fuerza Evangelizadora de la Reno­vación.

Después de haber tenido el encuentro perso­nal con Cristo vivo y convertidos por el Espíritu Santo a una vida nueva, los fieles comienzan a sentir un verdadero y poderoso anhelo de evan­gelizar y de llevar la Buena Nueva de la Salvación integral de Cristo a los demás.

Así se consigue lo que pide Puebla: "El gran ministerio o servicio que la Iglesia puesto al mun­do es la evangelización (ofrecida con hechos y palabras), la Buena Nueva de que el Reino de Dios llega a los hombres en Jesucristo" (P. No. 679).

Además:

También podemos enumerar como frutos de esta Renovación:

a) Una vinculación más estrecha y viva entre los Pastores y la grey.

b) Una mayor apreciación de la auténtica santidad.

c) Una progresiva purificación de la religio­sidad popular.

d) Y una revitalización de las auténticas comunidades eclesiales de Base.

Atención Pastoral

81. En su "Informe sobre la fe", escribió el Cardenal Ratzinger: "Al igual que en toda rea­lidad humana, también la Renovación en el Espí­ritu queda expuesta a equívocos, a malentendi­dos, a exageraciones. Pero el verdadero peligro estaría en ver solamente Los peligros y no el don que nos es ofrecido por el Espíritu". (Pág. 170).

82. Con frecuencia, cuando hablamos de la Renovación Espiritual se pone el énfasis en los peligros y defectos que pueden presentarse y de hecho se han dado en varias partes, para re­charla, y no se estudian debidamente su riqueza doctrinal y los grandes valores espirituales que aporta cuando es bien orientada y debidamente animada por los pastores.

83. Es también equívoca la posición de quie­nes permiten que esta Renovación se desarrolla al margen de la orientación pastoral y se quejan después y la descalifican cuando aparecen los problemas y las desviaciones que bien hubieran podido evitarse. Si los pastores cumplimos bien la misión de conducir, defender y alimentar a las ovejas, nada podrá conseguir quien pretenda destruirlas.

84. Por eso Su Santidad Juan Pablo II dijo en la Cuarta Conferencia de Líderes el 10 de mayo de 1981: "Muchos Obispos de todo el mundo, bien individualmente o bien por medio de declaraciones de sus Conferencias Episcopa­les, han dado impulso y orientación a la Reno­vación Carismática  —a veces también con una saludable palabra de amonestación— y han ayu­dado en buena medida a la comunidad cris­tiana a comprender mejor su situación den­tro de la Iglesia. Mediante este ejercicio de su responsabilidad pastoral, los Obispos nos han prestado todos un gran servicio en orden a poder garantizar a la Renovación un modelo de creci­miento y desarrollo plenamente abierto a todas las riquezas del amor de Dios en su Iglesia. Como consecuencia, el Sacerdote tiene una única e indispensable tarea que cumplir en y para la Renovación Carismática, lo mismo que para toda la comunidad cristiana. Su misión no está en oposición, ni es paralela a la legítima tarea del laicado. El Sacerdote por el vinculo sacramen­tal con el Obispo, a quien la ordenación confiere una responsabilidad pastoral para toda la Iglesia, contribuye a garantizar a los Movimientos de Renovación espiritual y al apostolado seglar su integración en la vida litúrgica y sacramental de la Iglesia, sobre todo mediante la participa­ción en la Eucaristía".

85. Y añadió: "El Sacerdote no puede cum­plir su servicio en favor de la Renovación en tanto no adopte una actitud de acogida ante la misma, basada en el deseo de crecer en los dones del Espíritu Santo".

86. En la medida en que nosotros y nues­tros sacerdotes nos abramos a la acción santifi­cadora y renovadora del Espíritu del Señor y descubramos su acción multiforme y constante en nuestras iglesias, esta Renovación espiritual, en todas sus distintas manifestaciones, crecerá y sorteará los peligros que puedan presentarse.

La experiencia ha detectado como peligros principales los siguientes:

87. 1. Desconocer la esencia y la riqueza de la Renovación par una deficiente formación doctrinal respecto a la persona y a la acción del Espíiritu Santo en la Iglesia. Esto Ileva por ejem­po, a fijarse solamente en determinados caris­mas, a subvalorar la riqueza sacramental, a inter­pretar la Sagrada Escritura con un criterio fun­damentalista que desconoce en ocasiones la debi­da interpretación que ha dado el Magisterio Je­rárquico, a menospreciar la verdadera devoción Mariana y a aceptar criterios y afirmaciones pro­testantes equivocadas.

88. Tenemos que lamentar el caso de no po­cos católicos que abrazan la Renovación con entusiasmo y que, por falta de pastoreo y for­mación doctrinal posterior se han pasado al pro­testantismo o a varias de las sectas que hacen proselitismo entre nosotros. De ahí ia necesi­ad de una catequesis constante que "mediante la reflexión y el estudio sistemático permita progresar incesantemente en la Buena Nueva de la Salvación". (C. T. No. 26). La ignorancia religiosa es causa de muchas deserciones en nues­tra Iglesia.

89. Recordamos a nuestros sacerdotes sas palabras de Juan Pablo II en su Exhortación sobre la Catequesis: "Los grupos de oración suscitan grandes esperanzas para la Iglesia del mañana. Pero en el nombre de Jesús conjuro a los jóvenes que los forman, a sus responsables y a los sacerdotes que les consagran lo mejor de su ministerio: no permitáis por nada del mundo que en estos grupos, ocasiones privilegiadas de encuentro, falte un verdadero estudio de la doc­trina cristiana" (No. 47).

Así evitaremos el peligro de que la Renova­ción sea solamente emocional y no llegue a producir la verdadera conversión que es su meta.

90. 2. Uno de los aportes positivos de esta Renovación es la de causar la alegría espiritual, hoy tan necesaria, y la de dar entusiasmo al apos­tolado y a las reuniones de oración.

Aquí también se requiere la orientación pas­toral para evitar lo que de veras sea exagerado y para no introducir en las celebraciones lutúrgicas prácticas que vayan contra las disposiciones ofi­ciales que requieren el acatamiento de todos.

Así evitaremos también que "se de una exce­siva importancia a la experiencia emocional de lo divine y la búsqueda desmedida de lo espectacular y de lo extraordinario". (Juan Pablo II).

91. 3. La verdadera Renovación abre a la persona hacia la comunidad y no permite que se limite a orar sin preocuparse par la promoción integral de los hermanos. En la primera Comuni­dad cristiana que estaba animada par el viento fuerte del Espíritu Santo en Pentecostés, halla­mos la doble apertura a la extensión del Reino de Dios y a un servicio desinteresado y pronto a los necesitados de ayuda temporal.

Por eso es preciso evitar en los grupos de Re­novación toda actitud elitista y cerrada, lo mis­mo que la preocupación exclusive por lo espi­ritual, sin comprometerse en la solución de los graves problemas temporales que aquejan a nuestros pueblos.

92. 4. Ecumenismo falso.

Varios Obispos han visto la necesidad de llamar la atención de sus fieles acerca de los peligros que encierra un trato imprudente con los no católicos en los grupos de oración.

El Episcopado Canadiense dio esta orienta­ción: "Varios grupos carismáticos permiten la participación de no católicos. En nuestra opi­nión esta iniciativa laudable puede contribuir a aproximar a los cristianos., pero desvía a veces hacia un ecumenismo falso. En efecto, se cons­tata aquí y allá en esos grupos, una marcada tendencia a hacer desaparecer las diferencias que todavía dividen a los cristianos. Esto se hace con la esperanza de estrechar entre ellos los víncu­los de fratern idad, de solidaridad y comunión en Cristo.

A pesar de las buenas intenciones que lo ani­man, este comportamiento es ilusorio, pues al disimular las diferencias que separan a los cris­tianos, se establecen entre ellos relaciones sin que ninguno se presente con su verdadera iden­tidad. En tales circunstancias, no puede haber encuentro auténtico, ni verdadero intercambio. Se camina, pudiéramos decir, en dirección dia­metralmente opuesta a la del verdadero movi­miento en favor de la unidad de la Iglesia". ( 1 V2885).

Las dolorosas experiencias que en este cam­po hemos tenido en muchas diócesis nos indican que debemos alertar a los miembros de la Reno­vación y a todos los demás católicos para que conserven con solicitud el tesoro de su fe y evi­ten todo lo que pueda ponerla en peligro. Para no fallar en este campo es necesario seguir las normas que ha dado la Santa Sede y las que han trazado algunos episcopados para sus diócesis.

93. Hemos anotado estos peligros con el deseo pastoral de que se eviten y no porque tengamos un concepto negativo de este don del Espíritu a la Iglesia.

94. Deseamos vivamente que a ninguno pue­dan, ahora, dirigirse las palabras de San Pablo: "Comenzando par el Espíritu, ¿termináis, ahora en la came? ¿Habéis pasado en vano por tales experiencias?" (Gálatas 3, 35).

95. Y con el fin de que la Renovación en el Espíritu evite estos peligros y consiga los logros que deseamos es preciso que se integre en la Pastoral de Conjunto para que enriquezca, renueve y anime, con la fuerza del Espíritu y de la oración todos ios movimientos y empeños pastorales de la Diócesis.

Conclusión

96. Al finalizar este Encuentro Episcopal y después de haber orado y reflexionado sobre los valores teológicos de la Renovación Espiritual, sobre sus posibilidades pastorales, sus frutos y riesgos, expresamos nuestro vivo deseo personal de abrirnos totalmente a la acción renovadora del Espíritu Santo, ya que hemos sido "puestos por El como Pastores de las almas, verdaderos y auténticos maestros de la fe y pontífices" (Ch. D. No. 2).

97. Queremos "permanecer en la oración con un mismo espíritu en compañía de María, la Madre de Jesús y de nuestros hermanos" (Hechos l, 14) para que en nuestras vidas y en las de nuestros sacerdotes, religiosos y demás fieles se realice un constante Pentecostés.

98. Sólo así podremos responder a nuestra vocación especial a la santidad y "fomentar la de nuestros clérigos, religiosos y laicos y dar ejemplo de santidad en la caridad, humildad y sencillez de vida y santificar las Iglesias que nos han sido confiadas" (Ch. D.No. 15).

99. Y hoy, cuando el Santo Padre nos apre­mia a realizar una "Evangelización nueva en su ardor, en sus métodos y en su expresión", vemos la necesidad de imitar a los Apóstoles que para cumplir bien su misión evangelizadora "se dedi­caron a la oración y al ministerio de la Palabra". (Hechos 6, 4).

100. A nuestros sacerdotes, a quienes ama­mos como próvidos colaboradores, hermanos e hijos, los invitamos con apremio a dejarse conducir siempre par el Espíritu de Dios (Roma­nos 8, 14), reafirmar la docilidad a su acción y a ejercer el ministerio del Espíritu y de la justi­cia, pares si son dóciles al Espíritu de Cristo que los vivifica y guía, se afirman en la vida del Espí­ritu, ya que por las mismas acciones sagradas de cada día, como por su ministerio, se ordenan a la perfección de vida". (P. Ord. No. 12) y "conseguirán de manera propia la santidad ejer­ciendo sincera e incansablemente sus ministerios en el Espíritu de Cristo". (P. Ord. No. 13).

101. Les encarecemos vivamente que conoz­can y aprecien la verdadera Renovación espiri­tual para que puedan animarla en sus comunida­des y orientarla con solicitud pastoral para evitar que caiga en exageraciones o desviaciones.

102. A todos aquellos que se han abierto a esta corriente espiritual, les pedimos que per­severen fieles a la acción santificadora del Espí­ritu, bajo la dirección y la compañía de sus Pastores, sin "contristar a este divino Espíritu con el cual fuimos sellados para el día de la redención" (Efesios 4, 30) y "llenándoos de El". (Efesios 5, 18).

103. A imitación de los primeros cristianos deben buscar el crecimiento espiritual y para ello, deben "acudir asiduamente a la enseñanza de los Apóstoles, es decir, al conocimiento de la Palabra de Dios, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones". (Hechos 2, 42).

104. Con apremio invitamos a todos cuantos han abrazado esta Renovación y se han benefi­ciado de ella a insertarse en la vida parroquial, a colaborar generosa y desinteresamente con todos los movimientos pastorales que haya sus­citado el Espíritu Santo y a estar presentes acti­vamente en la promoción de la justicia y de la paz para todos los hombres, a fin de "estar siem­pre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza". ( 1 Pedro 3, 15).

105. Escuchemos todo "lo que el Espíritu está diciendo a las Iglesias" (Apocalipsis 2, 7) y abrámonos a su acción para que El renueve la totalidad de la vida cristiana con su poder y bajo el Señorío de Jesús para la gloria del Padre.

106. Unidos repitamos la súplica de Juan XXIII: "Dígnese el Divino Espíritu escuchar de la forma más consoladora la plegaria que ascien­de a El desde todos los rincones de la  tierra. Renueva en nuestro tiempo los prodigios de un nuevo Pentecostés, y concede que la Iglesia, per­maneciendo unánime en la oración con María, la Madre de Jesús y bajo la dirección de Pedro, acreciente el Reino del Divino Salvador, Reino de amor y de paz". (Diciembre 25 de 1961).

 

 

Relación de Los Firmantes del Documento:


 

Mons.Nicolás de Jesús López

Arzobispo de Santo Domingo

República Dominicana

 

Mons. Alfonso Uribe Jaramillo

Obispo de Sonsón Rionegro

Colombia

 

Mons. Rafael Bello Ruiz

Arzobispo de Acapulco

México

 

Mons. Fabriciano Sigampa

Arzobispo de Reconquista

Argentina

 

Mons. Alejandro Mestre

Arzobispo Coadjutor de La Paz

Bolivia

 

Mons. Federico Richter

Arzobispo de Ayacucho

Perú

 


Mons. Tullo M. Chrivella V.

Arzobispo de Barquisimeto

Venezuela

 

Mons. Lucas Donelly

Obispo Prelado de Deán Funes

Argentina

 

Mons. Argimirio Moure

Obispo de Comodoro Rivadavia

Argentina

 

Mons. David Picao

Obispo de Santos

Brasil

Mons. Donald W. Montrose

Obispo de Stockton

California, U.S.A.

 

Mons. Raúl Vela Chiriboga

Obispo de Azoques

Ecuador

 

Mons. Rafael Sarmiento Peralta

Arzobispo de Nueva Pamplona

Colombia

 


Mons. René Fernández A.

Arzobispo de Suscre

Bolivia

 

Mons. Jorge Manrique Hurtado

Arzobispo Emérito de La Paz

Bolivia

 

Mons. Alcides Mendoza Castro

Arzobispo de Cusco

Perú

 

Mons. Felix Marfa Torres Parra

Arzobispo de Barranquilla

Colombia

 

Mons. Omar Félix Colome

Obispo de Cruz de Eje

Argentina

 

Mons. Manuel Guirao

Obispo de Santiago del Estero

Argentina

 

Mons. Dante Sandrelli

Obispo de Formosa

Argentina

 

Mons. Adhemar Esquivel K.

Obispo Auxiliar de La Paz.

Bolivia

 

Mons. Luis A. Carvajal R.

Obispo de Portoviejo

Ecuador.

 

Mons. Francisco Garmendia

Obispo Auxiliar de Nueva York

U.S.A.

 

Mons. José Ramiro Pellecer S.

Obispo Auxiliar de Guatemala

 

Mons. Luis María Estrada P.

Obispo Administrador de Izabal

Guatemala

 

Mons. Luis Allonso Santos

Obispo de Santa Rosa de Copán

Honduras

 

Mons. Carlos Talavera

Obispo de Coatzacoalcos

México

 

Mons. Luis Munive Escobar

Obispo de Tlaxcala

México

 


Mons. Pablo Schmitz

Obispo Auxiliar de Bluefields

Nicaraqua.

 

Mons. Dimas Cedeño

Obispo de Santiago de Veraguas

Panamá

 

Mons. Carlos Milciades Villalba A.

Obispo de S.J.B. de las Misiones

Paraguay

 

Mons. Celso Yegros

Obispo de Carapeguá

Paraquay

 

Mons. Fabio Rivas

Obispo de Barahona

República Dominicana

 

Mons. Roberto Cáceres

Obispo de Melo

Uruguay

 

Mons. Constantino Maradey D.

Obispo de Barcelona

Venezuela

 

Mons. Roberto Luckert León

Obispo de Cabinas

Venezuela

 

Mons. Antonio Arellano Durán

Obispo de San Carlos

Venezuela

 

Mons. Geraldo Scarpone

Obispo de Comayagua

Honduras

 

Mons. Sabas Magaña García

Obispo de Matamoros

México

 

Mons. Mario de Gasperin

Obispo de Tuxpan

México

 

Mons. Leovigildo López F.

Obispo de Granada

Nicaraqua

 

Mons. Daniel Enrique Núñez

Obispo de David

Panamá

 


Mons. Felipe Santiago Benítez

Obispo de Villarica

Paraguay

 


Mons. Demetrio Ignacio Aquino

Obispo de Caacupé

Paraguay

 

Mons. Hugo Garaycoa H.

Obispo Auxiliar de Lima

Perú

 

Mons. Pablo Galimberti

Obispo de S. José de Mayo

Uruguay

 

Mons. Víctor GiI Lechotza

Obispo de Minas

Uruguay

 

Mons. Rafael Angel González

Obispo de Barinas

Venezuela

 

Mons. Francisco de Guruceaga

Obispo de La Guaira

Venezuela

 

Mons. Pio Bello Ricardo

Obispo de Teques

Venezuela

 

Mons. Willwm M. Ellis

Obispo de Willwmstad

Curacao, Ant. Holandesas.

 

Mons. Bernardo Arango Henao

Obispo Emérito

Colombia

 

Mons. Alonso Arteaga Yepes

Obispo de El Espinal

Colombia

 

Mons. Fabio Betancur Tirado

Obispo de Dorado Guaduas

Colombia

 

Mons. Isaías Duarte Cancino

Obispo Auxiliar de B/manga

Colombia

 

Mons. Joaquín García Ordóñez

Obispo de Sta. Rosa de Osos

Colombia

 

Mons. Ignacio Gómez Aristizábel

Obispo de Ocaña

Colombia

 


Mons. Héctor Gutiérrez Pabón

Obispo Auxiliar de Cali

Colombia

 

Mons. HéctorJaramillo Duque

Obispo de Sincelejo

Colombia

 

Mons. Roberto López Londoño

Obispo de Armenia

Colombia

 

Mons. Darío Molina Jaramillo

Obispo de Montería

Colombia

 

Mons. Fabién Marulanda López

Obispo Auxiliar de Ibagué

Colombia

 

Mons. Rodrigo Arango Velásquez

Obispo de Buga

Colombia

 

Mons. Augusto Aristizábal Ospina

Obispo de Jericó

Colombia

 

Mons. Oscar Angel Bernal

Obispo Auxiliar Sonsón Rionegro

Colombia

 

Mons. Rubén Buitrago Trujillo

Obispo de Zipaquirá

Colombia

 

Mons. Jesús María Coronado Caro

Obispo de Duitama

Colombia

 

Mons. Mario Escobar Serna

Obispo de Palmira

Colombia

 

 

Mons. Gregorio Garavito Jiménez

Obispo de Villavicencio

Colombia

 

Mons. Leonardo Gómez Serna

Obispo de Socorro y San Gil

Colombia

 

Mons. Alberto Giraldo Jaramillo

Obispo de Cúcuta

Colombia

 


Mons. Alvaro Raúl Jarro Tobos

Obispo de Chiquinquirá

Colombia

 

Mons. Germán Villa Gaviria

Arzobispo Emérito

Colombia

 

Mons. Juan Eliseo Mojica Oliveros

Obispo de Garagoa

Colombia

 

Mons. Gustavo Martínez Frías

Obispo de Ipiales

Colombia

 

Mons. Agustín Otero Largacha

Obispo Auxiliar de Bogotá

Colombia

 

Mons. Juan Francisco Sarasti J.

Obispo de Barrancabermeja

Colombia

 

Mons. Gilberto Valbuena Sánchez

Vicario Apco. de La Paz

México

 

Mons. Belarmino Correa Yepes

Prefecto Apco. de Mitú

Colombia

 

Mons. Reginaldo Fischione Livio

Vicario Apco. de Riohacha

Colombia

 

 

Mons. Alberto Lee López                                                                  Mons. Tomás Romero Gross

Prefecto Apco. de Guapi                                                                   Vicario Apco. de Puyo

Colombia                                                                                         Ecuador

 

Mons. Gustavo Posada Peláez                                                         Mons. Luis Augusto Castro Q.

Vicario Apco. de Istmina                                                                   Vicario Apco. de S. VicentePto. Leg.

Colombia                                                                                         Colombia

 

Pbro. Oscar Darío Vargas                                                                 Mons. Heriberto Correa Yepes

Admor. Apco. de Santa Marta                                                           Vicario Apco. de Buenaventura

Colombia                                                                                         Colombia

 

Mons. Libardo Ramírez Gómez                                                         Mons. Olavio López Duque

Obispo de Garzón                                                                            Vicario Apco. de Casanare

Colombia                                                                                         Colombia

 

Mons. José Luis Serna Alzate                                                           Mons. José Aurelio Rozo Gutiérrez

Obispo de Florencia                                                                         Prefecto Apco. de Vichada

Colombia                                                                                         Colombia

 

 


GLOSARIO

Clave      Nombre (Latín)            Nombre (Español)              Tema                                     Autor                                   Fecha

 

P             Puebla                           Evangelización                                                                     CELAM: Consejo             1979

                                                        En el presente y                                                                   Episcopal Latinoam.

                                                        futuro de América L.                                                            Puebla, México.

                                                                                                                                                        3ª. Conferencia.

 

L.G.         Lumen Gentium          Luz de los Pueblos             Misterio de la Iglesia          Vaticano II                         1964

                                                                                                                                                        Pablo VI

 

D.et V.    Dominum et                 Señor y dador                       El Espíritu Santo en            Juan Pablo II                    1986

                Vivificantem                  de vida.                                  La Iglesia y el mundo.

 

D.V.         Dei Verbum                  La palabra de Dios             Divina Revelación               Vat.II, Pablo VI                  1965

 

E.N.        Evangelii Nuntiandi     Anuncio del Evangelio        Evangelización en               Sínodo de Obispos         1963

                                                                                                        El mundo actual.                 Pablo VI                            

 

S.C.        Sacrosantum               El Santo Concilio                 Sagrada Liturgia                  Vat. II, Pablo VI                 1963

                Concilium

 

C.T.         Catechesis                                                                   Catequesis                           Sínodo de los Obispos  1975

                Tradendae                                                                                                                    Pablo VI                            

 

Ch.D.      Christus Dominus      Cristo el Señor                     Ministerio Pastoral              Vaticano II                         1965

                                                                                                        De los Obispos

 

P.Ord.     Presyterorum               El Orden de los                    Ministerio y Vida                   Vat. II, Pablo VI                 1965

                Ordinis                           Presbíteros                           de los Presbíteros

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