PAPEL DEL OBISPO Y DEL SACERDOTE EN LA RENOVACIÓN CARISMÁTICA

Palabras de S. S. Juan Pablo II a los participantes en la IV Conferencia Internacional. (7 de mayo de 1981).

Como dirigentes de la Renovación, debéis tener la iniciativa en la creación de lazos de confianza y de cooperación con los obispos, quienes en la providencia de Dios, tienen la responsabilidad pastoral de guiar todo el Cuerpo de Cristo, incluida la Renovación Carismática. Aun cuando no compartan con vosotros las formas de oración que habéis encontrado tan fecundas, estarán dispuestos a acoger con agrado vuestro deseo de renovación espiritual, tanto para vosotros mismos como para la Iglesia, y os proporcionarán la guía segura, que es la tarea que tienen encomendada. Dios no puede fallar en su fidelidad a la promesa hecha el día de su ordenación, cuando se le imploró diciendo: "Infunde ahora sobre estos siervos tuyos que has elegido la fuerza que de Ti procede: el Espíritu de soberanía que diste a tu amado Hijo Jesucristo, y El, a su vez, comunicó a los Santos Apóstoles, quienes establecieron la Iglesia por diversos lugares como santuario tuyo para gloria y alabanza incesante de tu nombre" (Ritual de la ordenación del obispo).

Muchos obispos de todo el mundo, bien individualmente o bien por medio de declaraciones de sus Conferencias Episcopales, han dado impulso y orientación a la Renovación Carismática -a veces también con una saludable palabra de amonestación- y han ayudado en buena medida a la comunidad cristiana a comprender mejor su situación dentro de la Iglesia. Mediante este ejercicio de su responsabilidad pastoral, los obispos nos han prestado a todos un gran servicio en orden a poder garantizar a la Renovación un modelo de crecimiento y desarrollo plenamente abierto a todas las riquezas del amor de Dios en su Iglesia. Quisiera también en este momento llamar vuestra atención sobre otro punto que tiene especial importancia para esta Conferencia de dirigentes: se refiere al papel del sacerdote en la Renovación Carismática.

Los sacerdotes en la Iglesia han recibido el don de la ordenación como colaboradores en el ministerio pastoral de los obispos, con quienes participan del único y mismo sacerdocio y ministerio de Jesucristo, que requiere su absoluta comunión jerárquica con el orden de los obispos (cf. Prebysterorum ordinis, 7). Como consecuencia, el sacerdote tiene una única e indispensable tarea que cumplir en y para la Renovación Carismática, lo mismo que para toda la comunidad cristiana. Su misión no está en oposición ni es paralela a la legítima tarea del laicado. El sacerdote, por el vínculo sacramental con el obispo, a quien la ordenación confiere una responsabilidad pastoral para toda la Iglesia, contribuye a garantizar a los Movimientos de renovación espiritual y al apostolado seglar su integración en la vida litúrgica y sacramental de la Iglesia, sobre todo mediante la participación en la Eucaristía; en ella pedimos a Dios nos conceda que, fortalecidos con el Cuerpo y Sangre de su Hijo y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo.

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