SUMARIO

Gusto por la Oración Personal
Oración Contemplativa
¿Qué es Contemplación?
Encuentro amoroso con el Señor
Contemplación Infusa
Sanidad Interior
El Señor, el Esposo
El Sacerdote necesita la Contemplación.
El Espíritu Santo Agente de la Contemplación
Oración
 
  LA ORACIÓN CONTEMPLATIVA
 

Mons. Alfonso Uribe Jaramillo

 


GUSTO POR LA ORACION PERSONAL

El tema que escogimos, desde el año pasado, para este encuentro fue el de la ORACION EN EL ESPIRITU. Ese mismo tema lo tuvimos hace algunas semanas en el Congreso Nacional de la Renovación que se realizó también aquí. Es que nos damos cuenta de dos cosas: la Renovación está despertando, bajo la acción del Espíritu, un gran aprecio por la oración en todas las personas que entran en ella. Y nos estamos dando cuenta que esta oración en el Espíritu es el mejor aporte que la Renovación puede darle a la Iglesia en este momento. Si los sacerdotes salimos de este encuentro con una gracia especial del Espíritu Santo para apreciar mejor la oración, para vivir en oración y para llegar a la contemplación, o por lo menos anhelarla, el fruto será muy grande. Los dos grandes Pontífices que han hablado de la Renovación tan profundamente, Pablo VI y Juan Pablo II han hecho énfasis, precisamente, en este punto. En el discurso del 19 de Mayo de 1976, cuando Pablo VI habló de los efectos de la Renovación, puso, en primer lugar, el de la oración. Dijo: el primer efecto es el gusto por una oración profunda, personal y comunitaria. Los que trabajamos, por bondad del Señor, en esta línea de la Renovación, comprobamos todos los días esa verdad cómo el Sacerdote, la Religiosa, el Seglar, que entra profundamente en la Renovación espiritual, empieza a tener un gusto por una oración profunda, no superficial, y por una oración personal profunda, primero, y, después comunitaria. A veces, cuando no se tiene la visión completa de la Renovación, se cree que ella se limita a una oración únicamente emotiva, a una oración con manifestaciones externas. Como decía Diego ayer: "Cuando el alma, de veras, está en el Señor y llena del Señor, las manifestaciones surgen espontáneas y, pudiéramos decir, son como necesarias".

La persona que recibe la efusión del Espíritu empieza a orar en profundidad, a tener el encuentro con el Señor. Y esta oración la hace en las dos áreas; primero en la personal y luego en la comunitaria. Porque en la Renovación no se ora solamente en los grupos de oración. La persona que está bajo la acción del Espíritu empieza a orar personalmente y busca ante todo un encuentro de persona a persona con el Señor. Uno aprecia después el valor de la oración comunitaria y gusta entonces orar con sus hermanos. Y ya sabemos los frutos de esa oración compartida con los hermanos. Juan Pablo II, en el importantísimo discurso que pronunció durante la reunión de los servidores en Roma, pocos días antes de sufrir su atentado, dijo lo siguiente: "La tarea del dirigente es -en primer lugar- dar ejemplo de oración en su propia vida". El dirigió el discurso a los servidores o líderes de la Renovación y les dijo lo que ellos debían hacer, precisamente para cumplir su misión en la Iglesia. Pero el primer deber que les señaló fue ese: el de dar ejemplo de oración en su propia vida.

El dirigente principal de la Renovación tiene que ser el sacerdote. A veces el sacerdote como que se margina y dice: yo voy a supervigilar, pero los que van a animar y orientar son los seglares. No. Somos nosotros, los sacerdotes, los que debemos ocupar el primer lugar en esta animación, en esta orientación, en este servicio. Y debemos empezar entonces este servicio con el ejemplo de una vida personal de oración, que convenza y arrastre a los demás. Ojalá nosotros, cuando vemos a los que nos acompañan en esta tarea de la Renovación, les recordemos este mensaje del Santo Padre y les pidamos que su primer servicio sea el de dar un ejemplo de oración profunda, personal y comunitaria.

ORACION CONTEMPLATIVA

Yo voy a referirme puncipalmente en esta exposición a la importancia que tiene para nosotros los sacerdotes la oración de contemplación, que es cuando el Espíritu Santo obra de una manera más intensa en nuestra oración. Yo bendigo al Señor porque los sacerdotes vamos superando aquella etapa en la cual la oración fue despreciada como algo innecesario. No están lejanos los años en que los sacerdotes, en general, decían: esta es la hora de la acción, del compromiso temporal. Que no nos vengan con una oración que es alienante; y usaban ese término tomado del marxismo. Y en el fondo de las crisis sacerdotales, que todos hemos lamentado, generalmente estuvo la crisis de oración. Se dejó a un lado el encuentro personal con el Señor y vinieron a darse las situaciones lamentables que todos conocemos. Esta situación del clero se debió en gran parte a que en su etapa de formación no llegaron a descubrir la oración como el encuentro personal y amoroso con el Señor. Cuando yo recuerdo la formación que recibí en el Seminario, en los primeros años, se me habló solamente de la oración discursiva, de una serie de métodos para que esa reflexión fuera más benéfica para nosotros. Claro que tiene su importancia. Adquirir ideas serias es necesario siempre. Inclusive se nos habló un poco de la oración afectiva y fuimos experimentando si alcanzábamos en la oración aquellos afectos que nos hacían saborear y apreciar mejor la oración. Pero sabemos que todo eso pertenece a las primeras etapas y que todo esto debe ser la preparación para un encuentro en el amor con el Señor, que es lo que constituye propiamente la contemplación. A los sacerdotes se nos ha hablado muy poco de la contemplación y por eso, a veces, ni vislumbramos sus valores y estamos en una situación muy negativa para apreciarla y para vivirla.

Cuando yo he reflexionado -muchas veces- sobre la contemplación, me han llamado la atención hechos como esto: cuando yo estudiaba en Montreal, en 1943, leí que Maritain iba a dictar una conferencia en el hotel Windsor. Me interesó porque creí que iba a exponer un tema filosófico y fuí a oírlo. Y mi sorpresa fue esta: el tema de la exposición de Maritain, en una conferencia para seglares fue sobre la contemplación infusa. Más tarde leí el "Campesino del Garona" y allí encontré que el último capítulo de ese libro estaba dedicado a la contemplación. Es una de las mejores publicaciones que he visto en estos últimos años sobre la contemplación. Me encontré con la realidad de que él no solamente apreciaba la oración contemplativa, sino que cuando murió su esposa Raisa, que era una gran contemplativa, y estaba escribiendo un libro, que desafortunadamente no terminó, LA CONTEMPLACION EN LOS CAMINOS, se retiró con los Hermanitos de Jesús y se dedicó exclusivamente a la contemplación. El gran filósofo pasó sus últimos años únicamente en esta actividad.

Me llamó después la atención que, cuando asistí el Concilio, Pablo VI, en el discurso final de la tercera sesión, dijo unas palabras que no olvidaré nunca: "La acción más importante que puede poner el hombre es un acto de contemplación". Y yo me detuve a reflexionar en el por qué de estas palabras y lo encontré muy claro. Las acciones dependen de las personas. La grandeza de la acción depende de la grandeza de la persona que la opera. En la contemplación el agente principal es el Espíritu Santo, y, por eso la acción del contemplativo, que es suya, pero que está animada por el Espíritu Santo, es la más importante que pueda poner en la vidas. No hay acto mayor en la vida, decía el Papa, que el de la contemplación. Y después he visto también en estos últimos años cómo muchos seglares están entrando de una manera maravillosa en los caminos de la contemplación. Los libros que se han publicado en estos años sobre experiencia de Dios están escritos por seglares. Vemos todo lo que Conchita Cabrera ha escrito en México, el libro EL Y YO de Gabriela Bose, leído por todas partes, que son las experiencias de una señora casada, también como Conchita, dedicada precisamente a trabajar en una agencia de viajes. Esta mujer que iba recorriendo los caminos de Europa y de otros países del Africa, vivía en una profunda coutemplación. Se ha publicado también un libro en Bélgica sobre el mensaje de otra Margarita (seudónimo), también casada, en el cual ella va contando todas las experiencias de su unión con Dios. Claro que simultáneamente tenemos grandes escritos de religiosas, españolas sobre todo. Pero es admirable ver cómo en el campo del laicado está apareciendo de una manera intensa la experiencia de Dios.

¿QUE ES CONTEMPLACION?

¿Cómo podemos definir la Contemplación? Uno encuentra definiciones profundas y de distinta índole, pero a mí me han llamado la atención las siguientes: En primer lugar la que trae Maritain, citando a San Gregorio: PATI DEO dos palabras latinas, que viene a ser padecer a Dios, experimentar el peso de Dios. Estas dos palabras encierran tal vez la definición más profunda que pueda darse de la contemplación, sobre todo de la contemplación infusa. Porque en la contemplación lo que se realiza primero es la experiencia de la cercanía de Dios y luego la experiencia de la comunicación de Dios y Dios es amor. El alma que entra en la contemplación empieza a experimentar el peso del amor de Dios. Pero ese peso del amor de Dios se convierte también en padecimiento. Cuando uno lee a San Juan de la Cruz, en su noche oscura se admira al ver la insistencia sobre la acción purificadora de la contemplación. Esa presencia amorosa del Señor en el alma le va mostrando en primer lugar sus pecados, su miseria y esto causa en ella un dolor profundo y a medida que va experimentando el amor de Dios, va entrando en un gran Purgatorio que le va liberando precisamente de esas imperfecciones y la va capacitando para ese abrazo cada vez más íntimo con el Señor. El Santo usa varias veces el ejemplo de lecho verde, que, cuando es introducido en el fuego comienza primero a llorar, dice él. Todo el humor que hay en este leño verde tiene que salir primero. Porque solamente de leño seco podrá recibir ya el fuego y convertirse también en fuego. Es toda la etapa de la purificación, que va siendo más intensa a medida que el alma va teniendo la cercanía y el encuentro con Dios. El Espíritu Santo, que es el agente de la contemplación infusa, va proyectando luz a la persona para que ella vaya conociendo su realidad y vaya teniendo una conversión profunda.

Yo quiero decir que la contemplación lleva siempre consigo un estado de constante conversión al Señor. A medida que el alma recibe la claridad del Espíritu va descubriendo mayores miserias. Es por esto por lo que los místicos nos hablan, por ejemplo, de la segunda conversión. Santa Teresa habla de su segunda conversión cuando tenía 38 años. Ella se había entregado al Señor desde sus primeros años, pero en esa época de su vida tuvo un encuentro más profundo con el Señor y esa visión de su realidad hizo que ella se volviese a El de una manera más plena. Porque Contemplación es sentir la cercanía de Dios y esperimentar la unión con Dios.

Hay una definición dada por una joven americana, de apellido Ford, que es también muy rica: "Contemplativos son aquellos en quienes ora Dios". Definición preciosa. Porque la contemplación, sobre todo la infusa, es aquella en la cual el Espíritu Santo está infundiendo, derramando toda su luz amorosa y todo su amor luminoso. Es el Espíritu Santo quien está orando de una manera más intensa en el contemplativo. En toda oración tiene que estar presente el Espíritu Santo: en la discursiva. en la afectiva, en la de la simple presencia. En la autética y profunda contemplaciónn infusa el Espíritu Santo está de una manera más plena. El viene a ser allí el agente principal, el alma está cada vez más pasiva. Cuando San Juan de la Cruz o Santa Teresa nos hablan de los grados de la contemplación infusa nos van mostrando cómo se va desde esa experiencia profunda del Señor hasta un adormecimiento de las potencias interiores, después de los mismos sentidos externos muchas veces, y, cuando esto es permanente, se llega al culmen de la contemplación. Es el Espíritu entonces quien está orando en nosotros de una manera más intensa y por eso contemplativo es aquel en quien ora el Espíritu. Uno ve entonces la riqueza del momento actual de la Iglesia en este nuevo Pentecostés, cuando el Espíritu Santo va entrando de una manera más plena en nuestras vidas y entra especialmente en nuestra oración para que después la acción sea !a proyección de esta oración. Contemplativo es aquel en quien ora el Espíritu y en la medida en que nosotros en la Renovación nos abramos a la presencia y a la acción del Espíritu estará en nosotros de una manera más intensa.

Hay otra definición, un poco poética, pero que dice mucho, también de una mujer; dice que el contemplativo es como un "lecho sobre el cual y a través del cual corre el río del amor de Dios". Es una definición muy rica, pues la contemplación es experimentar el amor del Espíritu. La persona viene a ser como un lecho de un río, pero que es recorrido por el agua del Espíritu y el Espíritu es el amor en la Trinidad, es el amor en la Iglesia y es el amor en nosotros. Yo pudiera decir que la contemplación se va intensificando en la medida en que se intensifica la experiencia del amor de Dios. En la medida en que ese río va llegando a nuevas áreas de nuestra persona, en esa medida va creciendo la contemplación. Creo que la Renovación espiritual va a entrar en una etapa la más profunda y más rica para la Iglesia y que es la del encuentro amoroso con el Señor. En los años anteriores la Renovación, bajo la acción del Espíritu, ha estado centrada en Cristo. Cristo lo dijo en el discurso de la úItima Cena, hablando del Espíritu: "El dará testimonio de mí y vosotros daréis testimonio" . El Espíritu Santo es el testigo del amor paternal de Dios. El hace gritar en nuestro interior el Abba, Padre y es el testigo también de Jesús. Quien se abre al Espíritu llega a Jesús y por Jesús llega al Padre.

Pero el Espíritu, me parece -en los años anteriores- ha ido mostrando distintas fases de Jesús. Primero lo fue mostrando como el Salvador integral y fuimos descubriendo la maravilla de la salvación de Jesús. Ese fue uno de los temas de los primeros encuentros. Un Jesús que salve del pecado, un Jesús que salve de las secuelas del pecado, un Jesús que salve el espíritu, que salve el mundo emocional, que sane también el cuerpo, el ministerio, por ejemplo, del Padre Tardiff y de tantos otros actualmente. Después entramos en otra etapa: Jesús el Maestro, y entramos a estudiar esos cursos maravillosos de discipulado y hemos visto cómo el discipulado no es estudiar las lecciones de un Maestro sino acompañar a ese Maestro, seguirlo en la vida, y después fue apareciendo algo más importante todavía, el señorío de Jesús. Nos dimos cuenta del gran mensaje de Pedro el día de Pentecostés: "A ese Jesús a quien crucificaron los Judíos el Padre lo constituyó Señor y Cristo. Sepa con certeza toda la casa de Israel esta verdad". Y es lo que proclama después Pablo en su carta a los Filipenses. Y hemos visto cómo ese señorío de Jesús va siendo la gran realidad de nuestras vidas. Y estamos viendo cómo ese señorío de Jesús debemos llevarlo a la práctica y estamos insistiendo en dos puntos: Si le damos el diez por ciento a la oración estaremos reconociendo todos los días de una manera completa que es mi Señor, que estoy a sus pies como María para escuchar su palabra. Y, si le damos el diez por ciento de nuestros bienes, estaremos reconociendo de otra manera sencilla y práctica que El es el Señor.

ENCUENTRO AMOROSO CON EL SEÑOR

Ahora se está entrando en otra etapa más importante: El encuentro amoroso con el Señor como el Esposo. Providencialmente se leyeron ahora las palabras de Isaías, que nos habla de este tema. El Señor quiere que nosotros no seamos ya una tierra árida, sino una tierra desposada. El nos dice que la alegría que encuentra el joven con su esposa, la encuentra el Señor con nosotros. Es todo el lenguaje del Antiguo Testamento, el que encontramos después en Oseas, cuando nos dice que se desposara con nosotros en justicia, en fidelidad, en amor. Es maravilloso ver cómo el plan de Dios es un plan de unión amorosa con nosotros y no encuentra otra figura mejor para explicarla que la unión matrimonial. Hemos sido llarnados a la unión amorosa con el Señor.

Ese Jesús Salvador, ese Jesús Maestro, ese Jesús Señor, es el esposo y la lglesia es la esposa del Cordero. El cielo serán las nupcias eternas de la Iglesia con el Cordero. Pero uno a veces oye estas palabras e inclusive las predica sin detenerse a pensar en la maravillosa realidad que tienen para nosotros. El Padre H. de Lubac en las meditaciones sobre la Iglesia tiene un enfoque precioso sobre cómo la Iglesia es cada uno de nosotros. Cómo lo que se dice de la Iglesia debe decirse de cada uno de nosotros. El está explicando allí el Cantar de los Cantares y dice: "Si Cristo es el esposo de la lglesia, esa realidad se concreta en cada uno de nosotros. Y la persona, hombre o mujer, tiene que entrar en esa realidad de amor personal con el Señor". La vida empieza a iluminarse cuando va descubriendo el amor personal de Dios. Pero muchas veces nos quedamos en el área comunitaria. Maritain, con razón, insistía en una verdad y decía: Yo gozo mucho al ver que en este momento se está hablando mucho de la comunidad y que el Concilio haya insistido tanto en la Iglesia como pueblo de Dios, pero hay un peligro y es que nos despersonalicemos y entonces dice: "Miembros sí, pero personas".

La contemplación, como la llamaba Bossuet, consiste ante todo en un estado tranquilo a los pies del Señor. Es preferir los pies del Señor, aun cuando en ese momento no se tengan grandes luces ni grandes experiencias. Es la esponja que se va sumergiendo en ese mar del Espíritu para irse llenando de El. Esto nos cuesta mucho, pero qué riqueza adquiriríamos para nosotros y para nuestros fieles, si aprendiésemos a sentarnos a los pies del Señor, si empezásemos con esa primera etapa de la contemplación. El evangelio que leí ahora nos dice cómo María, sentada a los pies del Señor, escuchaba sus palabras.

Yo quiero decirles con afecto de hermano que mi vida se va llenando en estos últimos años en la medida en que me siento a los pies del Señor y me he dado cuenta que el mejor tiempo para mi persona y para la Diócesis es el que yo paso a los pies del Señor y les hago una confidencia: Un día le decía al Señor, ¿qué quieres de mí?. Interiormente recibí la respuesta: Quiero que estés a mis pies. Yo sé que al estar a los pies del Señor con mi pueblo, con mis hermanos sacerdotes, con mis seminaristas, con las religiosas, estoy haciendo el mejor aporte a la Diócesis. Sé que le sirvo mejor a la Diócesis cuando estoy a los pies del Señor que cuando estoy haciendo una homilía o estoy presidiendo una reunión. Todo esto tengo que hacerlo, claro está, pero primero, a los pies del Señor.

Es que, si nosotros empezamos por saborear ya la presencia del Señor, habremos dado un gran paso en nuestras vidas. Ayer decía el Padre Umaña, con razón, que el corazón humano no puede quedar en el aire, en el vacío. O se llena del amor del Señor o se llena de amor humano. Seamos sinceros. Si el amor del Señor no va llenando nuestros corazones, lo llenará una criatura: un hombre, una mujer, lo llenará el dinero, lo llenará la política, lo llenará cualquier ídolo, pero el corazón no permanecerá vacío. Los seglares nos están dando un aporte precioso con su presencia junto al Señor. Estoy viendo tanto hambre, tanta mujer, sobre todo tanto joven, que pasa horas y horas junto al Señor. La semana pasada tuvimos un encuentro en Rionegro con el Padre Mc. Lear sobre liberación y la hermana que preside la casa de las Reparadoras fue a mi pieza a decirme: estoy admirada por algo; le dije: qué le pasó? Y me dijo: una pareja, no es colombiana, que asistió al encuentro, pasó toda la noche en oración. La religiosa estaba admirada y decía: ¿Cuándo nosotros podemos hacer esto?. Nadie le había dicho a la pareja que orara durante esa noche. Todos habían orado un largo rato. Hoy estamos encontrando ejemplos maravillosos. ¿Por qué esa gente puede pasar horas y horas junto a un Sagrario?. Porque está experirnentando el amor de Dios, porque se está enamorando de El. En el amor humano, cuando alguien se enamora de otro, anhela estar con él, y ya sabemos cuántos ratos pasan los novios conversando, llamándose por teléfono. Necesitan la cercanía del otro, cuando hay amor. Seamos sinceros. Si no nos atrae un Sagrario, si allí nos sentimos aburridos, si estamos esperando que termine el tiempo para irnos, es porque Cristo no ocupa ningún lugar en nuestras vidas. Lo ocupa en la mente seguramente, pero no en el corazón. La obra del Espíritu Santo en la Renovación es hacer que Cristo descienda de la mente al corazón; y, cuando entra Cristo en el corazón, necesariamente deseamos estar con El. Esto es lo que nos están regalando los seglares. En una vigilia de Pentecostés, acá en La Ceja, hace unos dos años, una joven universitaria estaba con su novio, que es abogado; la vigilia había empezado a las siete con la Sagrada Eucaristía. El Párroco había expuesto el Santísimo porque ellos se lo pidieron. A las doce de la noche, cinco horas después, el novio le dijo a la joven, de nombre Margot, que se fueran a la casa porque él debería trabajar al día siguiente. La respuesta de su novia fue: Vete que yo me quedo con Jesús. Y lo dejó marcharse. Esto lo estamos encontrando en los seglares actualmente: universitarios, campesinos, profesionales, en gente sencilla.

CONTEMPLACIÓN INFUSA

Está llegando la contemplación infusa. Yo creo que el bautismo en el Espíritu, cuando es auténtico, es una experiencia transitoria y profunda de contemplación. Hay una experiencia del amor del Señor. Cuando uno oye contar las experiencias de las personas que entran en esta línea, hablan de ese fuego interior, de las lágrimas, de algo que van experimentando. Es la efusión del Espíritu, que es el amor y que produce necesariamente amor en las personas. Si nosotros nos valemos de ese primer encuentro, podemos con nuestra orientación sacerdotal, acortar mucho el camino de la contemplación y facilitarlo a muchas personas. Santa Teresa advierte con mucha propiedad cómo el Señor puede a veces dar la contemplación infusa de una manera transitoria a pecadores como medio para que tengan el encuentro con El. Es lo que estamos viendo en la renovación. Viene a veces gente muy metida en el pecado, muy alejada de Dios, a un cursillo de Renovación y termina experimentando la efusión del Espíritu, lo que llamamos el Bautismo en el Espíritu. Es un auténtico don de contemplación, dado para esos días, que puede prolongarse si la persona después es orientada. Tendrá que entrar en ese gran proceso de purificación; ese lecho verde tendrá que entrar en el fuego y empezar a llorar, a sufrir para purificarse y prepararse para una unión mán intensa. Pero ya se está en una realidad incipiente de contemplación.

En un artículo que publicó Concilium hace varios años, el teólogo Schoonemberg dice que él está convencido de que la Renovación espiritual facilitará mucho a la contemplación infusa; y yo estoy seguro de ello.

SANIDAD INTERIOR

Hay otro aspecto, que quiero dejarlo como inquietud y es que la sanidad interior, un gran aporte de la Renovación, puede facilitar la realización de la contemplación infusa en nosotros. Parte de las noches y de las purificaciones de las personas obedecen a falta de sanidad interior. Hay resentimientos adquiridos desde el seno materno, en la infancia, en la juventud que, mientras no se sanen, van a dificultar, inclusive a impedir, la experiencia profunda del amor de Dios. Un corazón herido no puede dar ni recibir amor. Tiene que sanarse primero, y esto se puede conseguir de una manera más rapida y profunda en el proceso de la sanidad interior. Si vamos haciendo un estudio más serio sobre estas realidades, lo que la Renovación Espiritual puede aportar a la contemplación infusa, prestaremos un gran servicio a la lglesia en este momento.

EL SEÑOR, EL ESPOSO

El hecho es que el Señor como esposo quiere primero estar cerca y después comunicarse. La contemplación va teniendo esas etapas: experiencia de la cercanía amorosa de Dios y después experiencia de la comunicación amorosa de Dios. Un Dios que va comunicando a través de sus manifestaciones su voluntad de darse, y un Dios amor, cuando la persona le da su sí y le abre todo su ser, empieza a invadirle con amor. Dios no se repite en ningún ser y en el área de la contemplación jamás se repetirá en dos personas. Las manifestaciones de la contemplación irán cambiando según el don del Espíritu que esté actuando principalmente en ella. Los místicos, por ejemplo, nos hablan de la contemplación seráfica y querúbica. En la primera está predominando el conocimiento amoroso, en la segunda está predominando el amor luminoso. Esto nos muestra cómo hay distintas fases, pero el hecho es que todo lo de la contemplación es inefable, no se puede manifestar. San Bernardo tiene unas palabras muy sabias cuando dice: EXPERTUS POTEST CREDERE QUID SIT IESUM DILIGERE (EI que experimenta puede creer lo que es amar a Jesús), no decir. El que tiene la experiencia de Dios lo que es ser amado por Dios y lo que es amar a Dios, pero, cuando va a contarlo, no puede decir nada, pues todo lo del Señor es profundo e inefable.

EL SACERDOTE NECESITA LA CONTEMPLACION

Para nosotros los sacerdotes la gran necesidad es la contemplación infusa. La contemplación infusa, sobre todo en la primera etapa, es un don que el Señor quiere regalar a todos los sacerdotes. Y estoy seguro que la contemplación infusa profunda la dará también el Señor a los sacerdotes que sean generosos, que pasen largos ratos con El, que se preparen para recibir la efusión de su amor, porque la contemplación es la comunicación" del amor del Señor y a nadie ama tanto el Señor como al sacerdote: "Vosotros sois mis amigos". ¿Qué es lo que pide el Señor a Pedro? su amor. Pedro, ¿me amas?. Pedro, ¿me amas?, ¿me amas más que estos?. Nosotros iremos superando toda crisis en la vida sacerdotal en la medida en que nos llenemos del amor del Señor. Yo tengo que hablar mucho a los seminaristas y a los sacerdotes y cada vez insisto en algo que para mí es cada día más claro: No concibo cómo sea posible la perseverancia en el compromiso con el Señor si no nos lIenamos de su amor, si no lo experimentamos profundamente. A mí me parece imposible guardar fidelidad, alegría y entusiasmo en un sacerdocio, a lo largo de los años, si el amor del Señor no llena la vida. Es algo sin explicación. Hoy, el atractivo de la mujer es más fuerte que antes, el mundo a través de los medios de comunicación llama mucho la atención, hoy las atracciones humanas son de toda índole. Si el Señor no está llenando de amor nuestras vidas, yo no sé lo que sucederá. Sin embargo hoy estoy viendo con alegría cómo muchos sacerdotes están salvando su ministerio por el encuentro amoroso del Señor.

EL ESPIRITU SANTO, AGENTE DE LA CONTEMPLAClON

El agente de la contemplación es el Espíritu Santo. El derrama el amor en nuestros corazones, como escribe Pablo a los Romanos. Si nos abrimos a su acción, nos irá llevando al encuentro personal con el Señor y nos irá dando una experiencia cada vez más profunda de su amor. Y, para aquellos que digan, como podemos decir todos: cómo es posible que Dios me ame y me haga experimentar su amor, siendo lo que soy, habiendo hecho lo que he hecho?. Yo les digo lo que el Señor comunicó a alguien: su gloria está en amar y El ama la nada cuando la nada se le abre a su amor. Un Pablo, un Agustín, una Margarita de Cortona, tantos pecadores que, en un momento dado, se abrieron al amor del Señor, quitaron la compuerta a través de la conversión y del arrepentimiento, y el río del amor del Señor se precipitó sobre ellos. Tal vez hemos tenido la compuerta que ha impedido que el río del amor llegue a nuestras vidas. El Señor nos ha traído para quitarla, pero tenemos que dar nuestro aporte debemos dar el sí. Así como la unión amorosa humana exige un sí, una entrega personal hecha con libertad y por amor, así también en la unión amorosa con el Señor hay que dar un sí total, alegre y generoso. El Verbo se hace carne en María cuando Ella dice: "Aquí está la Sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra".

Si nosotros, en este encuentro, le dimos nuestro sí al Señor, le entregamos nuestras personas sin reservarnos nada, si le abrimos de par en par -desde el interior el corazón- y el corazón del hombre no se abre sino desde el interior, el Espíritu entrará en nosotros. El está a la puerta y llama. Si alguno le abre, entrará y cenará con El y experimentará su comunicación amorosa.

ORACION

Yo quiero darte gracias, Señor, por el amor que nos tienes a todos nosotros, por tu amor sacerdotal, por la vocación que nos has hecho al amor. Nuestra vocación cristiana fue una vocación al amor. Nuestra vocación sacerdotal fue un llamamiento a un mayor amor. Yo te doy gracias porque te hemos encontrado, Jesús, en nuestras vidas, porque nos sentimos felices contigo, porque cada día apreciamos más tu ternura, porque sabemos que Tú no cansas ni te cansas, Señor. Te pido que derrames tu Espíritu de amor sobre todos nosotros en este día, que nos vayas descubriendo el mundo maravilloso de la contemplación, que nos des, por medio de tu Espíritu, experiencias crecientes de tu amor. Bendito seas, Señor, gracias, Señor, gloria a Ti, Señor. Alabanzas para Ti, Señor.


Conferencia de Mons. Alfonso Uribe Jaramillo en el V Retiro de sacerdotes de América Latina. La Ceja, Colombia, 19 de agosto de 1981

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