La familia: Signo de la felicidad de Dios

por: Madre Teresa de Calcuta

 

Hoy en día, hay muchos problemas en el mundo y yo creo que la mayoría de ellos comienzan en casa.

El mundo está sufriendo tanto porque no hay paz. Y no hay paz, porque no hay paz en la familia. Debemos hacer de nuestras casas centros de compasión y perdonar sin cesar, y así habrá paz.

Ustedes deben ser una familia; ser la presencia de Cristo el uno para el otro.

Dios ha instituido la familia para que sea Su Amor. Ámense los unos a los otros con ternura como Jesús los ama a cada uno de ustedes.

Jesús siempre está allí, para amar, para compartir, para ser la alegría de nuestra vida.

El amor de Jesús para nosotros es incondicional, es tierno, siempre perdona, es completo.

Sólo deja que la gente vea a Jesús en ti: que vea cómo rezas, que vea cómo llevas una vida pura, que vea cómo tratas a tu familia, que vea cuánta paz hay en tu familia.

La consideración hacia los demás es el punto de partida para una gran santidad. Si aprendes ese arte de la consideración, te harás más y más parecido a Cristo, porque Su corazón era manso y El siempre pensaba en las necesidades de los demás. Si tenemos esa consideración los unos por los otros, nuestras casas realmente se convertirán en el hogar del Señor Altísimo.

¿Conoces primero a los pobres de tu propia casa? Tal vez en tu casa haya alguien que se siente solo, no muy acogido, no muy amado. Tal vez tu esposo o tu esposa o tu hijo se siente solo. ¿Sabes eso?

Hoy ni siquiera tenemos tiempo de mirarnos el uno al otro, de hablarnos, de divertirnos en la compañía de otros . . . Y así, cada vez estamos menos en contacto el uno con el otro. El mundo está perdido por falta de dulzura y amabilidad. La gente siente una gran hambre de amor porque todo el mundo tiene tanta prisa.

Sean felices... y dedíquense muy especialmente a ser un signo de la felicidad de Dios. La alegría se refleja en los ojos; es evidente cuando uno habla y camina. No la podemos encerrar dentro de nosotros mismos. Cuando la gente encuentre en tus ojos esa felicidad habitual, entenderán que ellos son los hijos amados de Dios. La alegría es muy contagiosa. Nunca sabremos todo el bien que una simple sonrisa puede causar. Sean fieles en las cosas pequeñas. Sonrían el uno al otro. Tenemos que vivir bellamente.

Si introducimos la oración dentro de la familia, la familia quedará unida. Se amarán los unos a los otros. Reúnanse por sólo cinco minutos. Es de allí de donde vendrá su fuerza. El tiempo que pasamos teniendo nuestra audiencia diaria con Dios es la parte mas preciosa de todo el día. Quiero que ustedes llenen sus corazones con un gran amor.

Hagan de sus casas y de sus familias otro Nazaret, donde el amor, la paz, la alegría y la unidad reinen, porque el amor comienza en el hogar.

¡Que Dios los bendiga!

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