LA ACCIÓN DEL ESPÍRITU SANTO,
soplo de Yavé en la Creación y en el Antiguo Testamento
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EI sentido fundamental que designa la palabra "ruah" es el de "soplo, aliento, respiración". El "soplo de Yavé" evoca una fuerza invisible y terrible cuya  acción penetra el universo.
Desde la primera frase del Génesis aparece el "soplo del Espíritu Creador". "Las tinieblas cubrían el abismo, pero el Espíritu de Dios se cernía sobre la superficie de las aguas".
Es en ese mismo tono de relación "Espíritu Santo y creación" en el que hay que leer el hermoso texto de Romanos 8,18-25 donde nos habla Pablo de los gemidos de la creación que espera la redención de los hijos e hijas de Dios.

Mediante su "soplo" es como manifiesta Dios su Presencia, su Poder creador y vivificador. Este soplo es el estremecimiento de una energía divina que lleva las órdenes de Dios a los últimos confines del mundo
(Salmo 33,6).

El "soplo de Yavé" es asimismo principio de vida. Todos los seres vivos dependen de este "hálito" vivificador.
"Si tú escondes tu rostro, se conturban, si le retiras el soplo, mueren y vuelven al polvo. Si mandas tu Espíritu, se recrían, y así renuevas la  faz de la tierra" (Salmo 104, 29-30).

Los seres animados viven sólo por el "soplo de Dios" (Isaías 42, 5).

Este "soplo de Dios", este "Espíritu de Yavé", explica todas las intervenciones de Dios en la historia de su pueblo privilegiado. Se apodera de pronto de los hombres, haciéndoles cumplir acciones extraordinarias para asegurar la liberación de Israel: así, las proezas de un Sansón. Otros reciben el Espíritu de Yavé "para su misión de jefes o de reyes". En ocasiones se trata de un don permanente que aparece, como en Moisés y en sus "consejeros". Yavé dijo a Moisés: "Reúneme a setenta varones de los hijos de Israel, de los que tú sabes que son ancianos del pueblo y de sus principales, y tráelos a la puerta del tabernáculo; que esperen allí contigo. Yo descenderé y contigo hablaré allí, y tomaré del Espíritu que hay en ti y lo pondré sobre ellos para que te ayuden a llevar la carga del pueblo y no la lleves tú solo" (Números 11, 16-17).

El "Espíritu de Yavé" "penetra" a David de su unción (1 Samuel 16, "Reposa" sobre Eliseo (2 Reyes 2, "llena" a los artífices encargados de confeccionar los objetos del culto (Exodo 28, 3; 31, 3; 35, 31). "Asiste a José confiriéndoles una sabiduría excepcional para administrar Egipto (Génesis 41, 38-40).
Pero es sobre todo en los profetas en quienes habita el "Espíritu de Yavé". La Biblia designa al profeta con hombre del Espíritu" (Oseas 9, 7).

Espíritu de Yavé anima a los profetas, provoca sus visiones y sus transportes extáticos; el profetismo viene como un órgano permanente del "Espíritu de Yavé". Este "Espíritu de Yavé" es como el guía y el protector de Israel (Ageo 2, 5; Zacarías 4, 6; Isaías 63, 10-13).

"Mi Espíritu permanece entre vosotros ¡No temáis! Así habla Yavé, el de los ejércitos (Ageo 2, 5).

Todo esto vale para nosotros, el nuevo Israel, aunque de una manera perfecta después de Pentecostés.
El Espíritu dirigió todo el Viejo Testamento. Esta acción queda bien resumida en la expresión: "Habló por los Profetas".

"Hermanos, era preciso que se cumpliera la Escritura en la que el Espíritu Santo, por boca de David, había hablado ya acerca de Judas, el que fue guía de los que prendieron a Jesús" (Hechos 1, 16).

"Llevados por el Espíritu Santo hablaron (los autores sagrados) de parte de Dios" (2 Pedro 1, 20).
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Tomado del libro "Todas las cosas las hace el mismo y único Espíritu" de Monseñor Ramón de la Rosa

 
   

 
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