Necesidad de los Carismas en la Comunidad.

Emiliano Tarfif, M.S.C.

EI Papa Pablo VI afirmó: "El Espíritu Santo cuando viene otorga dones. Conocemos ya los siete dones del Espíritu Santo. Pero da también otros dones que se llaman carismas". ¿Qué quiere decir carisma? Quiere decir don, quiere decir una gracia. Son gracias particulares dadas a uno para otros, para que haga el bien. Uno recibe el carisma de la sabiduría para que llegue a ser maestro; y recibe el don de los milagros para que pueda realizar actos que, a través de la maravilla y la admiración, llamen a la fe.

Ahora esta forma carismática de dones que son dones gratuitos y de suyo no necesarios, pero dados por la sobreabundancia de la economía del Señor, que quiere hacer a la Iglesia más rica, más animada, y más capaz de autodefinirse y auto documentarse, se denomina precisamente, "la efusión de los carismas".

Quisiera Dios, que el Señor aumentase todavía hoy una lluvia de carismas para hacer fecunda, hermosa y maravillosa a la Iglesia, y capaz de imponerse incluso a la atención y al estupor del mundo profano, el mundo laicizante" (Paulo Vl, Catequesis de 1974).

¿Qué es un carisma?

Un carisma es un don espiritual que nos da el Espíritu Santo para la edificación de la comunidad cristiana (1 Corintios 12, 7).

Un carisma se recibe de manera independiente de los méritos del individuo, y no es necesario para su salvación (1 Corintios 12,11).

Un carisma no es una señal de santidad, o de mayor unión con Dios (l Corintios 13,1). No puede uno ni atraerlo ni retenerlo sin la concesión del Espíritu (1 Corintios 14, 28- 32).

Uno puede acoger un carisma como don gratuito del Espíritu Santo para la edificoción de la comunidad, y puede también sustraerse a las obligaciones que impone un carisma si no lo pone al servicio de la comunidad.

En muchos pasajes de sus cartas, San Pablo habla de los carismas como de unos "dones ministeriales", los asocia a algún ministerio, y así los carismas equipan, por así decirlo, las comunidades cristianas para que puedan crecer colectivamente en Cristo.

Los carismas en la Iglesia

En el Nuevo Testamento, la Iglesia aparece como algo vivo. San Pedro afirma que los cristianos son "piedras vivas" juntamente construidas para la edificación de un templo espiritual' que es Cristo resucitado y glorioso (1 Pedro 2, 5).

San Pablo a su vez habla de la comunidad cristiana como de un solo cuerpo místico cuya cabeza es Cristo resucitado. Cada cristiano, por su parte, es llamado a contribuir al crecimiento de este Cuerpo y está investido, para este fin, de gracias especiales.

En la Carla a los Romanos, San Pablo hace observar: "Pues, así como nuestro cuerpo en su unidad, posee muchos miembros, y no desempeñan todos los miembros la misma función, así también nosotros, siendo muchos, no formamos más que un solo cuerpo en Cristo, siendo cada uno por su parte los unos miembros de los otros. Pero teniendo dones diferentes, según la gracia que nos ha sido dada" (Romanos 12, 4-6).

Estos dones son tan diversos como las funciones de las que Cristo ha revestido a sus miembros para la edificación de la Iglesia. Así lo expresa también San Pablo: "Ahora bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y sus miembros cada uno por su parte. Así los puso Dios en la Iglesia primeramente como apóstoles; en segundo lugar como profetas; en tercer lugar como maestros; luego el poder de los milagros; luego, el don de curación, de asistencia, de gobierno, diversidad de lenguas. ¿Acaso todos son apóstoles? ¿O todos son profetas? ¿Todos hablan en lengua? ¿Interpretan todos?" (I Corintios 12, 27-30).

Los talentos y cualidades de los que tanto se enorgullecen los hombres, son todos en realidad dones de Dios. San Pablo nos lo recuerda: "Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo; diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo; diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios que obra todo en todos" (1 Corintios 12, 4-6).

Por su parte, San Pedro afirma: "Que cada cual ponga al servicio de los demás la gracia que ha recibido, como buenos administradores de las diversas gracias de Dios. Si alguno habla, sean palabras de Dios, si alguno presto un servicio, hágalo en virtud del poder recibido de Dios, para que Dios sea glorificado en todo por Jesucristo, a quien corresponden la gloria, y el poder por los siglos de los siglos. Amén" (1 Pedro 4, 10-11).

Cada bautizado es colmado de esos dones para el bien de todos. San Pablo lo grababa en el corazón de los cristianos: "A coda cual se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común" (1 Corintios 12, 7), es decir: "para la edificación de la asamblea" (1 Corintios 14,12).

Buscad la caridad; pero aspirad también a los dones espirituales, sobre todo a la profecía... el que profetiza habla a los hombres para su edificación, exhortación, y consolación" (1 Corintios 14, 3-5).

San Pablo, en su epístola a los Romanos, exhorta también a poner los dones espirituales al servicio de la comunidad: "Pero teniendo dones diferentes, según la gracia que nos ha sido dada, si es el don de profecía ejerzámoslo; la exhortación, exhortando. El que da, con sencillez; el que preside, con solicitud; el que ejerce la misericordia, con jovialidad" (Romanos 12, 6-8).

La apertura que notamos actualmente a los carismas en la Iglesia es una característica de la evolución postconciliar, y muchos advierten en ella el signo más prometedor de la renovación de toda la Iglesia. Como lo afirmaba el documento conciliar Lumen Gentium, Cap. 2, No. 12 "Estos carismas, tanto los extraordinarios como los más comunes y difundidos, deben ser recibidos con GRATITUD y CONSUELO, porque son muy útiles y adecuados a las necesidades de la Iglesia".

De hecho, la Iglesia es carismática desde la base: cada cristiano particular recibe su don espiritual para el servicio y la edificación de la comunidad (1 Corintios 12,11; y 7, 7).

La renovación de los carismas no puede ser la especialidad de unos pequeños grupos en la Iglesia, algo así como un "hobby", sino que es tarea y deber de todo cristiano. Así afirma el documento conciliar sobre el "Apostolado de los seglares", Cap. 1, No. 3, 4to. Párrafo: "Es la recepción de estos carismas, incluso de los más sencillos, la que confiere a cada creyente el DERECHO y el DEBER de ejercitarlos para bien de la humanidad y edificación de la Iglesia".

Utilidad de los carismas en la comunidad.

En un documento sobre el Servicio Pastoral en la comunidad parroquial, el Sínodo alemán dice lo siguiente: "Las comunidades vivas, en las cuales actúan juntas múltiples dones de Dios, son uno de los más importantes objetivos de la reforma eclesial". En su famoso libro titulado "Catequesis para la Renovación Carismática", en la pág. 176, el Padre Heribert Mühlen afirma: "Ya no tenemos mucho tiempo: si esta renovación se retrasa, a fines de nuestro siglo las Iglesias cristianas serán unos grupos marginales en una sociedad tecnificada y dominada asimismo por múltiples fascinaciones intramundanas.

Recuérdese solamente que la humanidad se duplica hoy apenas en el espacio de 30 años mientras que desde el nacimiento de Cristo esta duplicación exigió un período ¡de 1600 años!

La dinámica increíble del desarrollo en todos los campos debería despertar en la Iglesia un dinamismo mucho mayor: deberían entregarse más, como en los tiempos primitivos, a la dinámica del Espíritu Santo. En vez de esto, se pierden en refriegas de retaguardia, en fatigosas reformas estructurales, insisten en lo comprobado en el pasado.

Y aquí puja el dinamismo del Espíritu, y bien fuerte, bajo la costra de tradiciones esclerotizadas: si se abre peso, aunque sea sólo una pequeña grieta, ESTALLA EL VOLCAN. Basta cavar solamente un poco, y las antiguas fuentes comienzan a manar de nuevo.

Cuando una vez se ha visto y oíd lo que puede hacer el Espíritu de Dios, cuan rápidamente mete en el hombre y en el grupo entero un impulso misionero, un nuevo gozo de Dios, un nuevo amor a la Iglesia; es casi desesperante que esto suceda tan escasamente.

Lo que nace en el bautismo en el Espíritu constituye un acontecimiento del todo personal en la historia de la propia vida, pero las fuerzas ahí liberadas sirven principalmente para el servicio a la Iglesia.

Lo que nace de aquí no es una nueva Iglesia carismática, sino una Iglesia carismáticamente renovada".

No hay comunidad sin carismas

Todos los carismas están ordenados hacia el crecimiento de la Iglesia, hacia la manifestación del Reino. Los carismas manifiestan el poder de Dios, autentifican el mensaje, invitan a la conversión. Acompañan a los apóstoles, a los que anuncian el Evangelio. "Por mano de los apóstoles se realizaban muchas señales y prodigios en el pueblo..." (Hechos 5,12).

Estos signos vienen a confirmar que el Evangelio "es una fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree" (Romanos 1, 16). Estos signos confirman que el Reino ya está en medio de nosotros.

Hay muchos carismas

Hay muchos carismas en la Iglesia. Tan sólo en su epístolas, San Pablo menciona un total de veinte dones especialmente recibidos para el bien de la comunidad. Podemos subdividirlos en tres categorías según el género de utilidad que procuran:

1. Dones referentes a la instrucción de los fieles: el carisma de apóstol, de profeta, de doctor, de evangelista y de exhortador, la palabra de sabiduría, la palabra de ciencia, el discernimiento de espíritus, el don de lenguas, el don de interpretar las lenguas (Cf. Romanos 12, 6-8; Efesios 4,11).

2. Dones relacionados con el alivio de los fieles: el carisma de limosna, de la hospitalidad, el don de asistencia, el de la fe, las gracias de curaciones, el poder de milagros.

3. Dones relacionados con el gobierno de la comunidad: el carisma de pastor, el de aquel que preside, los dunes de ministerio (diakonía), los dones de gobierno (Romanos 12,6-8). Y hay muchos más carismas, como son por ejemplo, el carisma de la vida religiosa, el carisma de la infalibilidad del Sumo Pontífice"

Los carismas dan credibilidad al Evangelio

Los carismas dan credibilidad al Evangelio. Son signos que acompañan a los que creen para darles poder en su trabajo evangélico. Se cumple la promesa del Señor como lo leemos en Marcos 16, 20: "Ellos salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la Palabra con las señales que la acompañaban".

Se puede enseñar la religión, instruir en las doctrinas y memorizar el catecismo sin que los carismas del Espíritu estén obrando sus maravillas. Pero evangelizar es otra cosa. Evangelizar es PRESENTAR A JESUCRISTO, HIJO DE DIOS.

El Espíritu Santo es el alma de la Iglesia y el agente principal en la evangelización. Cuántos cató1icos bautizados y confirmados en toda América Latina están esperando este tipo de evangelización acompañada de carismas que expresan: "Vayan y cuéntenle a Juan lo que han visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son purificados, los sordos oyen, los muertos resucitan, se anuncia la Buena Nueva a los pobres" (Lucas 7, 22).

En el mundo entero la Renovación Carismática está penetrando en la Iglesia como renacer de primavera. Ya se calculan en más de treinta millones de católicos los que participan cada semana en los grupos de oración en la Iglesia católica. También nuestros hermanos protestantes reciben en todas partes esta bendición de la renovación de los carismas en su evangelización.

Tan sólo en Colombia, las estadísticas afirmaban que había ya más de diez mil grupos de oración carismática en el país. Aquí, en República Dominicana, los grupos de oración pululan por todas partes. Como un ejemplo podemos decir que acabamos de recopilar la estadística de la diócesis de San Francisco de Macorís donde hay actualmente 614 grupos de oración. En el país entero, los grupos pasarán ciertamente de 1,500... Es como el viento recio de Pentecostés que está llenando nuevamente la casa, como cuando las 120 personas estaban con María, la Madre de Jesús. Nuevamente el fuego de Pentecostés está bajando sobre los sucesores de los apóstoles y sus discípulos. Por eso, miles y miles de cató1icos se sienten llenos de gozo y paz y con ganas de levantarse y gritar a los cuatro vientos, como en el primer Pentecostés, que "Jesús es el Señor". Por consiguiente, la oración de alabanza acompañada de aplausos y gestos, de brazos levantados está volviendo a las celebraciones carismáticas en toda América Latina. Las celebraciones eucarísticas son dignas, muy festivas y gozosas como la anhelaba Paulo VI. El gran sacramento de la reconciliación está recuperando su fuerza como un encuentro personal con el Buen Pastor que perdona y libera de lo malo, sanando y llenando de gozo. Es la revitalización de todos los sacramentos que estamos viviendo en esta Renovación Cristiana en el Espíritu Santo. Mucho se había hablado en América Latina de sacramentalización, y la solución no era quitar los sacramentos, sino revitalizar todos los sacramentos a los ojos del pueblo de Dios, y ¡esta es obra del Espíritu Santo que lo está haciendo con poder!.

 

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